De la frustración...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz

Igual podría llamarse esta entrega: de la desilusión, de la tristeza, de la ingenuidad, de la impotencia, de la descalificación, de la vergüenza, de la farsa, de la deshonestidad y palabras afines que mejor escojan entre las que le quedan como anillo al dedo a su contenido o tema.

La frustración, en este caso, es la acción y efecto de frustrar y frustrar, en términos generales, quiere decir engañar, hacer inútil, privar a uno de lo que esperaba, etc., y en ese contexto nos cuestionamos muy seriamente si es válido, adecuado, sincero, honesto o verdadero el “celebrar”, en este año, el bicentenario de la iniciación de la Guerra de Independencia y el centenario del inicio de la Revolución Mexicana.

Desde luego que la reacción prístina a este cuestionamiento es que ¡obviamente sí!, ¡por supuesto! Se necesitaría ser un apátrida o un descastado para no celebrarlos. Pero si celebrar significa, en la acepción del caso, festejar a una persona, cosa o acontecimiento, entonces no se ve claro. Me explicaré.

Resulta innegable, obvio, evidente, incontrovertible, inconcuso y apodíctico el hecho de que hubo en el movimiento independentista de nuestro país, ínclitos personajes que lucharon, en seguimiento a una convicción profunda y auténtica de sincero patriotismo, de que las grandes masas de nuestra población requerían básicamente de libertad, igualdad y justicia, valores sagrados de todo pueblo que se jacte de ser civilizado y el nuestro no lo tenía por la condición de colonialismo que vivía en donde imperaba la esclavitud, las grandes diferencias sociales y la injusticia, auspiciados, como siempre, por las clases enquistadas en el poder como los ricos de entonces, el alto clero católico y la milicia virreinal, quienes se opusieron denodadamente a este movimiento para no perder sus múltiples privilegios y seguir gozando de ellos, de ahí la excomunión de que fueron objeto Hidalgo y Morelos, entre otras lindezas por el estilo.

Recordemos de una manera rapsódica que una vez consumada formalmente la Independencia, se desató en el país una serie interminable de revueltas, asonadas, motines, cuartelazos, planes, incluso que provocaron guerras extranjeras, para darnos precisamente una garantía para poder disfrutar como pueblo, de esos derechos y por ello la lucha entre liberales y conservadores y entre centralistas y federalistas, eran tendentes a lograr una Constitución que nos diera una estructura jurídica y política para avanzar en nuestro propio derrotero.

Obviamente que los centralistas y los conservadores de entonces eran, una vez mas, los ricos, el clero católico y la milicia y de tal suerte radicales, que en guerras extranjeras apoyaron a los retrógradas de entonces, conservadores y centralistas, dividiendo nuestras fuerzas militares con la consabida derrota de las fuerzas nacionales.

Después de la intervención francesa y del imperio de Maximiliano, la figura egregia de Don Benito Juárez estuvo como un símbolo de constancia, convicción, voluntad férrea y, sobre todo, del imperio de la ley por lo que, una vez mas, con las Leyes de Reforma y la Constitución del 57, logró quitar al clero y los ricos de entonces los múltiples privilegios de los que gozaban e iniciando, institucionalmente, la separación de la Iglesia y el Estado, dándole a cada uno su lugar y sus esferas de competencia.

Posteriormente, Porfirio Díaz, el héroe del 2 de abril, al grito de No Reelección se enquistó en el poder por 30 años, logrando la enajenación del país al capital extranjero, especialmente al estadounidense, lo que le permitió obra pública para servir a esos intereses, como el ferrocarril, y también logró poner en paz a la nación, pero conservando la estructura feudal que persistía y la esclavitud en las haciendas , como lo relata el periodista John Keneth Turner en “México Bárbaro”, lo que motivó, sobre todo por la no reelección, el estallido de la Revolución.

Todos sabemos de la contrarrevolución que se padeció y que seguimos sufriendo; de la recuperación del poder por parte de las fuerzas mas reaccionarias  del país, auspiciadas, una vez mas, por los dueños del dinero y el clero católico (cuya ingerencia en los asuntos políticos del país es cada vez mas descarada, auspiciado por los ineficientes gobiernos panistas), y sufriendo la embestida del narcotráfico, de la corrupción, de la partidocracia, de la impunidad, de la inseguridad, del desprestigio internacional y de la miseria que nos aniquila. Estamos igual que antaño. ¿Cuál “celebración”? Sin embargo yo sigo creyendo en México y su pueblo. O usted, frustrado lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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