Por Sergio A. Amaya S.

Después de la plática sostenida con sus viejos amigos y Maestros, Fray Michel tenía mas motivos de preocupación, pues, además de descubrir al asesino del novicio, ahora deberían investigar el asunto de la discriminación de algunos novicios. Pero no podía descuidar su trabajo en la Botica, por lo que, poco después del desayuno, volvió a su gabinete a estudiar ciertas plantas que le estaban llamando la atención.

Fray Michel tenía la costumbre de hacer oración antes de ponerse a trabajar, por lo que los novicios Nicolás y Marcelo, sus ayudantes, ya lo esperaban para acompañarlo en la oración. Los tres ocuparon los reclinatorios y después de persignarse, Michel inició:


Señor Jesús, amado Maestro,
nos postramos ante vuestra majestad
en busca del perdón a nuestros pecados
y vuestra guía a nuestro trabajo,
a fin de encontrar los remedios necesarios
para ayudar a la sanación de nuestros hermanos.
Señor mío, os suplico nos envíeis al Espíritu Santo
para que nos ilumine y nos abra los ojos.
No permitáis, Señor, que nos apartemos de tus enseñanzas
y aleja de nosotros al maligno.
Amén.


Después de hacer su oración, Nicolás se fue a atender las plantas de la huerta y Marcelo y Michel se encaminaron a la mesa de trabajo.

_Hermano Marcelo, se avecina la temporada de fríos y vos sabéis que se multiplican los casos de tos y catarros, por lo que tenemos pendiente de, además de preparar algunos remedios, seguir estudiando las ventajas de ciertas plantas. Tenemos pendiente ampliar el estudio del capulín, esta cereza silvestre que abunda en estas tierras. Traedme un poco de ese frutillo y veremos qué nos tiene guardado el Señor.

El ayudante pasó a un cuartito anexo, donde almacenaban las plantas y frutos previamente desecados, volviendo al lado de su Maestro con un recipiente lleno de capulines secos.

_Aquí los tenéis, Fray Michel, decidme, ¿qué debo hacer para ayudaros?

_Preparad un poco del fruto, retiradle las semillas y en el mortero hacedlos polvo.

Marcelo procedió a seguir las indicaciones del fraile, en tanto éste buscaba algunas notas en su cuaderno de laboratorio, para cerciorarse hasta donde habían abarcado sus experimentos anteriores con esta planta. La infusión de la corteza del árbol había dado buenos resultados para curar los cólicos en el vientre, pero no había continuado, así que intentarían con el fruto y verían sus cualidades.

Marcelo se acercó, llevando en el mortero una buena cantidad de polvo negruzco, bien molido, cuyo aroma dulzón invitaba a probarlo. Michel pidió al ayudante que se acercara el cuaderno de laboratorio para que fuese apuntando todo lo que se observara.

_Hermano Marcelo, este cuaderno es muy importante, pues es la memoria que vamos guardando de todo lo hecho en el laboratorio. Así es que anotaremos primero la fecha, luego el nombre de la planta que estudiaremos y su descripción: “Capulín, especie de cereza silvestre propio de esta tierra, fruto de un árbol de altura mediana, del mismo nombre; el fruto es de color negro, esférico, en su interior contiene dos semillas y su pulpa es un poco mas clara, dulce y suave, como las cerezas”.

Marcelo escribía, con una caligrafía uniforme y legible, con mucho orden, tal como le había enseñado su Maestro.

_Ahora, Marcelo, describid el procedimiento que habéis hecho y como lo habéis realizado.

Marcelo escribió: “A fin de conservar en buen estado el fruto, se desecó previamente en una charola calentada en un hornillo, procurando que no se quemasen, para conservar sus propiedades. Se almacenaron en un sitio fresco, ventilado y sin sol. Después de varios días, al tocarlos se sentían un tanto duros, sin aroma y arrugados; conservaron el color. Luego se ha procedido a molerlos en un mortero de cerámica, retirando las semillas previamente. Al molerlos desprendían un olor dulce. El color del polvo es grisáceo obscuro”.

_Bien Marcelo, aceptó Michel después de leer lo escrito por su ayudante, ahora viene una parte muy importante, pues deberemos probar el polvo y describir la sensación que nos proporcione; debemos ser cuidadosos, pues habrá productos que puedan ser tóxicos. En este caso no hay problema, pues es un fruto muy conocido y consumido por los naturales.

_Veamos, continuó Michel tomando un poco del polvo con una pequeña cucharilla de plata, invitando a Marcelo a imitarlo.

_Mmmmm, degustó el fraile, el sabor me parece un tanto agridulce y deja una sensación de agarre en la lengua. Decidme vos, ¿qué sentís?

_A mi parecedme mas dulce que agrio y sí, da esa sensación de agarre o resequedad en la lengua.

_Muy bien, Marcelo, escribid ahora lo que vos sentisteis, pues el sabor varía en cada persona, pues mucho depende de qué alimentos hayáis ingerido.

Una vez hechas las anotaciones, Michel continuó con el trabajo, explicando al ayudante:

_Ahora viene una paso importante, tenemos tres vehículos para utilizar este polvo y saber sus bondades: Agua, aceite y vino, vamos a probar los tres productos e iremos haciendo algunas pruebas. Primero el agua, vamos a ir pesando onza por onza, hasta que consideremos ser suficiente para utilizarlo de algún modo.

Marcelo vertió una pequeña cantidad de polvo en la báscula y agregó una medida de agua en una redoma, lo agitó hasta que no se vieran grumos en el líquido. Anotó el procedimiento y los resultados; el líquido se notaba flojo, como agua sucia, por lo que, siguiendo las indicaciones del fraile, agregó una onza mas de polvo. El resultado satisfizo a Michel, Marcelo hizo las anotaciones respectivas.

_Bien... bien, dijo observando el líquido a contraluz, quedando satisfecho con la apariencia, ahora, Marcelo, poned la redoma al mechero y dejemos que hierva y se concentre.

Así fueron pasando las horas, intuyendo, imaginando, experimentando. El cuaderno de laboratorio iba creciendo en hojas escritas y en notas marginales. A las notas, Michel agregaba hermosos dibujos coloreados, lo que enriquecía el texto, convirtiéndose en un documento inestimable y valioso para futuros trabajos de laboratorio, o para el aprendizaje de los estudiantes.

La campana de la Capilla llamó para reunirse en el refectorio, por lo que los tres hombres abandonaron sus labores, lavándose las manos y los brazos en la fuente que se encontraba en la huerta, en la parte trasera del estudio.

Cuando entraron al refectorio, ya estaban ocupando sus lugares; Fray Michel se dirigió a la mesa de los Maestros, donde ya estaban Fray Alfonso, Fray Nepomuceno y Fray Andrés; poco después llegó Fray Justino y dio principio la oración.

Ya durante la comida, los Padres Alfonso y Nepomuceno, preguntaron a Fray Michel:

_Decidnos, querido hermano Michel, ¿Avanzáis en vuestras investigaciones?

_Gracias a Dios, venerable Padre, ahora estoy retomando el estudio del capulín, repuso evasivo el fraile, conociendo el trasfondo que la pregunta llevaba.

_¡Ejem....jemmm!, carraspeó Fray Nepomuceno, vaya que sois ingenioso, Padre, pues bien sabéis a lo que nos referimos, ¿o es que no podéis decirnos algo?

Mirando el apuro de Michel, Fray Justino intervino.

_Hijos míos, os lo suplico, no agobiéis a Michel, mejor os invito a visitarme en mi celda hoy por la noche y yo os platicaré lo que Fray Michel ha descubierto acerca de las propiedades de la calabaza y la lechuga..., esto lo dijo entre las carcajadas de los Maestros, quienes se dieron cuenta que no era conveniente platicar de esas cosas delante de los novicios.

Por la tarde, antes de Vísperas, Fray Michel llamó a Nuño de Aguilar, bisnieto de uno de los conquistadores y uno de los sospechosos en el asunto de la discriminación a los naturales y criollos. Cuando el novicio entró al estudio, Michel observó que su porte era altivo, como desafiante, pero su mirada no era franca, mas bien como que rehuía la mirada del Maestro.

_Hola Nuño, inició Fray Michel, yo creo que ya vuestros compañeros os habrán puesto al tanto del por qué de estas entrevistas, ¿es así?

_Así es, Padre, y espero poder satisfacer vuestros requerimientos. Me interesa la medicina y creo que sería un buen camino para empezar.

_Pues sí, sería un buen principio, pero contadme, Nuño, ¿cómo fue vuestra niñez en España?

Al novicio pareció desconcertarle la pregunta, pues no se esperaba tal cosa, por lo que titubeó un poco al responder.


LA HISTORIA DE NUÑO

_Bueno, Padre, yo nací en el Puerto de Palos y mis padres poseían una cría de cerdos; desde chico yo les ayudé en las labores de la zahurda y tenía poco tiempo para los amigos, aún así, me di tiempo para convivir con dos granujillas del puerto, algunas tardes nos juntábamos y, escondidos entre los barriles, tomábamos una pinta de vino que uno de los chicos sacaba de la taberna de su padre. No nos embiagábamos, pero nos hacía sentir bien. En ocasiones, cuando volvía a casa por la noche, mi padre me zurraba o me daba un pescozón, lo que hacía reír a mis hermanitos.

_En cierta ocasión mi padre fue a parar a prisión por haber reñido en la taberna. A él le hicieron un chichón, pero a su rival le abrió la cabeza con una silla. Él siempre presumía de que su abuelo había participado en la conquista de la Nueva España, por lo que se le deberían tener consideraciones, pues gracias al sacrificio de su abuelo, habían llegado muchas riquezas a España. Mi abuelo le daba la razón, pues cuando su padre volvió, a mi abuelo lo nombraron Teniente en la guardia del Rey, pero lo despidieron por borracho, aunque él siempre nos dijo que era por envidia. Yo siempre supe que estos indios eran casi como animales y había que educarlos para que, cuando menos, se ocuparan como sirvientes. Cuando le pedí a mi padre que me enviara a Nueva España, él recurrió a viejas amistades de su padre, para conseguir una recomendación del Rey y me aceptaran sin dote en la Congregación de los Hermanos de la Cruz. Y aquí estoy, dispuesto a educar a estos bastardos.

Fray Michel escuchaba indrédulo las tonterías que decía el novicio, no comprendiendo cómo habían aceptado a este muchacho en la Obra de Dios. Había qué poner remedio a ello. Pero ahora había qué seguir investigando. Controlando la rabia que sentía por dentro, el fraile continuó:

_Decidme, Hermano Nuño, ¿cómo es el trato con vuestros compañeros?

_Con algunos, bien, Padre, pero con otros...., ¡son insufribles!

_¿Me podéis explicar mejor, Nuño?

_Está claro, Padre Mchel, los que hemos tenido al suerte de nacer españoles, estamos designados por Dios para dominar al mundo. Los pueblos que han sido beneficiados con nuestra cultura, están destinados a servirnos. Ahora bien, hay los llamados criollos, que se han quedado a la mitad, por sus padres, deberían ser españoles, pero tuvieron la desgracia de nacer entre estos indios, por tanto son medio indios. También deben ser sirvientes.

_Fray Michel no daba crédito a la sarta de tonterías que expresaba este novicio, si por él fuera, en ese mismo instante lo hubiese querido sacar por los pelos de la abadía. Haciendo un gran esfuerzo, logró dominarse.

_Nuño, dijo omitiendo deliveradamente el tratamiento de “hermano”, ¿os dais cuenta de que vuestro argumento es absolutamente contrario a la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo?

_Perdonadme padre, pero si Jesucristo viviese en este tiempo, estoy seguro de que me daría la razón.

_Bien, dejemos eso por ahora. Yo me pregunto, ¿si un novicio no estuviese de acuerdo en serviros, qué seríais capaz de hacer?

_No lo sé, pero tendría que obedecer con la vara, como me obligaban mis maestros en España. Si no obedecía de inmediato, un varazo. Si no hacía caso, 5 varazos. En verdad que aprende uno a obedecer, pues es mas sencillo que aceptar la vara.

_¿Habéis tenido ese problema con alguno de vuestros condiscípulos?

_Pues en alguna ocasión, el difunto Luis no quería obedecernos y hubo que hacerlo entrar en razón.

_¿Tú le habéis aplicado la vara?

_No, Padre Michel, dijo lleno de satisfacción, Juanillo es el encargado de usar la vara; en ocasiones también Antonio gusta de aplicarla, yo solamente ordeno el castigo.

_Debo entender que ¿eres como el jefe?

_Bueno, Padre, no lo vemos así, pero en la práctica podría parecerlo.

_Muy bien, Nuño, ahora os pediré que pongáis por escrito lo que me habéis contado y, a fin de completar la entrevista, podéis ponerme tu intención de aprender la herbolaria para seguir estudios de medicina, esto nos ayudará a tomar alguna determinación.

En tanto el muchacho escribía, Fray Michel lo observaba discretamente, a fin de darse cuenta si este alumno era un diestro natural, o un zurdo obligado a usar la mano derecha; para su tranquilidad, Nuño utilizaba con naturalidad la mano derecha, haciendo gala de una elegante caligrafía, mostrando mucho cuidado en el afilado de sus plumas, utilizando una tinta de color sepia, lo que daba a su escrito un toque de elegancia, muy de acuerdo a la presencia del novicio. La imagen de alguien acostumbrado a mandar.

Al terminar el novicio, entregó su trabajo a Fray Michel y abandonó el estudio. El fraile se quedó asombrado de que tal mentalidad hubiese sido admitida en esta santa casa. Mentalmente hizo una oración para pedir ser iluminado por la Divinidad y tomar las decisiones correctas.

Luego salió a la huerta y caminó rumbo a la celda de Fray Justino, a fin de informarles de los preocupantes acontecimientos que se daban en la abadía, sin que los Padres se diesen cuenta.

Los cuatro frailes se encontraban reunidos, el Padre Justino estaba recostado en su cama, pues solamente contaban con tres sillas en la celda, de manera que cuando llegó Michel, se sentó sobre la cama, a un lado de su querido Maestro.

Fray Michel les relató lo hasta ahora conocido, pero lo que de verdad los sorprendió, fue el resultado de la entrevista con Nuño, pues nunca se habían dado cuenta de que existiera tal división entre los novicios.

Previamente a la llega de Michel, Fray Alfonso y Fray Nepomuceno habían sido enterados del homicidio perpetrado en la abadía, lo que los había tomado por sorpresa, pues ellos estaban en la idea del suicidio del novicio Luis. Ahora la cosa era otra y deberían tener los ojos y oídos muy abiertos, a fin de enterarse de cualquier cosa extraña, por insignificante que pareciese.

_Debemos actuar con prudencia y cautela, dijo Fray Justino, pues lo primero es encontrar al culpable del crimen, pero sin descuidar el asunto de la discriminación, por favor, proponed alguna forma de solucionar este punto.

_Yo sugiero, inició Fray Andrés, que habrá qué hablar con los novicios, sin atacar directamente el punto, hablarles de la vida de jesucristo y su trato hacia todos por igual.

_Eso desde luego es necesario, comentó Fray Alfonso, pero también hay que hacer hincapié en la humildad que pide Dios.

_Pues a mi perdonadme, Padre Justino, pero yo le quito la vara a Nuño y se la rompo en los lomos. Hostias les hacen falta a esos bellacos y que Dios me perdone.

_Todos tenéis razón, dijo conciliador Fray Justino, yo mismo quisiera dar el remedio que propone Fray Nepomuceno, pero se me ocurre algo mejor. Escuchad, a partir de mañana asignaremos tareas adicionales a los novicios y se me ocurre que a un grupo de españolitos habría que darles ciertas tareas que les hagan vivir la humildad. Veamos, a Nuño le designaremos como ayudante de nuestros hermanos Antonio y Alfonso, desde luego sin salir de la abadía. A Juan le gustará ser ayudante de Fray Serafín, el pobre viejo necesita quien le alivie la carga de cuidar el jardín. Agustín y Antonio...mmm.., estos novicios nos ayudarán a barrer los patios. Los siete restantes continuarán en las tareas asignadas. Vamos a ver así como reaccionan nuestros buenos muchachos.

Los frailes estuvieron de acuerdo y todos se retiraron a descansar unas horas, antes del Servicio de Completas.

Fray Michel llegó a su estudio y se puso a revisar el cuaderno de notas de Marcelo, quedando muy satisfecho de los progresos de su ayudante, quien pronto se daría cuenta que en el Servicio a Dios y a su Hijo Jesucristo, no hay categorías, todos somos sus hijos amados.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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