Adiós mamá

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Por María Ascensión Rivera Serván


Queridos mamá, papá y hermana:

He pensado una y mil veces, he escrito una y mil veces la misma carta, madre y sin saber por qué las palabras han sido siempre las mismas. Traicioneras y desagradables para ti. Dolorosas como un cuchillo que se hunde en la carne, para ti. Quise que fuera verso para que, al ir haciendo la rima, tener que sustituir unas palabras por otras pero ha sido imposible. Esta carta ni es verso ni es prosa, simplemente es la puñalada cruel y cierta que sentirás dentro de ti... tú, mi padre... y mi hermana, cuando la leáis.

Estoy bien y, por una vez en la vida, he hecho yo sola todo el trabajo de buscar dónde alojarme y he sentido dentro de mí que me ahogaba esa inquietud e inseguridad que me ha perseguido en los últimos años hasta conducirme a esta enfermedad.

Quiero también deciros que no me busquéis, que necesito pensar, equivocarme yo, no vosotros por mí, sino única y exclusivamente yo. ¡Quiero vivir y sentirme libre! Últimamente siempre me sentía vigilada, controlada, espiada, atormentada, medida y ... pesada.

Tengo miedo a madurar. Mi vida está llena de insatisfacciones y tengo un mundo de sensaciones inexplicables dentro de mí. Vosotros sabéis que muchas veces y, sobre todo en las comidas, se creaba un conflicto de palabras y casi siempre de intereses. ¿Qué piensas tú mamá o qué piensas tú papa o también tú, hermana? Tú, madre, eras cauta y prudente y, pocas veces, opinabas. Tu estrategia, la retirada. ¡Qué poco hablábamos madre! ¿Y si yo te dijera que para mí eres una perfecta desconocida y que quiero conocerte?

Muchas veces pienso que estoy inmersa en un terrible sueño del que tengo que despertar. Dentro de mí, palabras que no comprendo. Alrededor, solo veo oscuridad. Siento que estoy en un mundo en el que yo no encuentro ni cabida ni lugar. Alguien dijo una vez que los jóvenes somos complicados pero yo pienso que quizás quien lo dijo nunca se sintió joven porque esto no se pasa todo con la edad. Es más, pienso que con la edad madura la cabeza pero nunca el corazón. Que con él también se piensa y que los sentimientos nunca envejecen ni pierden su fuerza.

Siempre fui tajante y obsesiva. Mis propias ideas me han devorado. De pequeña era la niña callada, sumisa y ¡cuánto me costaba! Me dejaba dominar, llevar siempre por ti, hermana. Tú trazaste tu propio camino y yo siempre iba detrás de ti, segura de no perderme, a sabiendas de que si había algún contratiempo tú, con uñas y dientes, lo destruirías y allanarías ese camino para mí y luego para ti. Jamás fuiste egoísta y siempre me has querido tanto y tanto que me has hecho daño porque hoy siento que sin ti me cuesta vivir.

Siempre estuve protegida, mimada, querida, acompañada de ti, papá. Aún recuerdo aquél día de pequeña que, cuando no estaba mi hermana en la parada del autobús y fui corriendo a casa y tampoco la encontré y te vi a ti, hundida en la desesperación de mis 7 años me pareciste un Dios que venía a sacarme de mi pesadilla. Pero ahora padre… ya no soy tu niña.

Quiero mirarme al espejo y verme tal y como soy en realidad. ¡No os podéis imaginar cuantas ganas tengo de gustarme! Tampoco podéis imaginar ¡cuánto odio los espejos! Cuando me miro, siento que mi imagen se distorsiona y no veo ni siquiera el reflejo de lo que realmente soy. Tampoco veo lo que yo quiero ver.

1 Comentario:

Sergio A. Amaya Santamaría dijo...

Hola, María Ascención, cuanta tristeza veo en tu carta, espero que solo sea la imaginación del escritor y no tu vida misma. Yo soy padre y abuelo y sé lo importante que son en mi vida los hijos y pienso en esos padres y esa hermana, que sientes que no han dejado madurar a la protagonista y me duele el alma, como padre que soy y quisiera poder ayudara a esa joven, quien debe tener un alma sensible y hermosa, aunque un tanto extraviada. Te mando un abrazo.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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