Por Sergio A. Amaya S.

En vista de que la entrevista con sus hermanos sería hasta después de Vísperas, Fray Michel decidió continuar con las entrevistas, pues de cualquier manera, habría que realizarlas. Como no había habido cambios en las actividades de la Abadía, cuando llegó a su gabinete se encontraba esperando el novicio Vicente de la Guerra, quien puesto al tanto de lo que tendría qué hacer, tenía preparadas unas hojas en blanco, las plumas de ave afiladas y un tintero de cerámica sobre la mesa. Fray Michel, dejando de lado su preocupación, se concentró en la entrevista.

_Buen día, hermano Vicente, veo que ya estáis enterado de lo que ocuparéis. Me alegro, de esta manera no perderemos mucho tiempo. Para empezar y en virtud de que debéis saber lo que pretendo al entrevistaros, os pediré que me contéis vuestra vida hasta la llegada a esta Abadía. Procurad no omitir nada, pues todo lo que habéis vivido me servirá para hacer mi elección. Empezad, por favor.


HISTORIA DE VICENTE

_Pues bien, inició el novicio, soy hijo de Don Juan de la Guerra y de Doña Beatriz de Dávila y Dorantes. Nací en La Rinconada, cerca de Sevilla, lugar de origen de mi madre, aunque mi padre es portugués, originario de un lugar llamado Mértola de la región de la Guadiana, donde poseía grandes extensiones de tierras y varias haciendas ganaderas, lo que heredó mi padre al morir el abuelo. En uno de tantos viajes de negocios a Sevilla, se conocieron mis padres, quedándose a vivir mi padre en La Rinconada. Soy el mayor de tres hijos. Mi niñez fue apacible, divertida, pues junto con mis hermanos recorríamos el campo, donde los siervos de mi abuelo materno, Don Servando de Dávila poseía tierras y pueblos, de manera que todos nos cuidaban, pues éramos los consentidos del abuelo, sus únicos nietos. En algunas ocasiones viajamos con mis padres a Portugal, donde mi padre seguía administrando la herencia familiar. Eran tiempos maravillosos, disfrutando del clima de la región y de las frescas aguas del Guadiana. Las primeras letras me las enseñó mi madre y luego fuimos puestos al cuidado del Párroco de La Rinconada, Fray Tomás de Arzate. Un hombre enérgico e iracible, muy dado a emplear la vara, que nunca se separaba de su lado. Fueron cinco años de estudios intensos, nos impartió gramática, aritmética, geometría y retórica, además de adentrarnos en los misterios de nuestra religión, nos daba grandes pláticas de la vida de Nuestro Señor y nos hablaba de los grandes hombres que la Iglesia ha dado. Luego vinieron algunos años de libertad, estuve enamorado de dos lindas chicas, con una pretendíamos casarnos, pero sus padres se mudaron a Barcelona y no la volví a ver. Junto con otros muchachos de mi edad nos dimos a las farras, al vino, a las mujeres fáciles. A fin de terminar con esa vida, mi padre me mandó a estudiar a la Universidad de Sevilla, donde, gracias a Dios y a la guía de mis maestros, descubrí mi vocación a la vida monacal y un año después de ello y por recomendación del Obispo de Sevilla, viejo conocido de mis padres, fui aceptado en la Orden de la Cruz. Esa es la simpleza de mi historia, Fray Michel.

_Muy interesante Vicente y ¿consideras que vuestra vocación es fuerte?

_Ya lo creo, mi mayor deseo es dedicar mi vida al servicio de Dios aquí, en la Abadía.

_Pues no dejéis de orar, Vicente y el Señor os lo concederá.

_Decidme, Vicente, ¿como es tu relación con tus compñeros?

_Creo que en general buena, aunque vos sabéis, nunca falta algo que interfiera en las relaciones del hombre.

_Efectivamente, hermano, pero, ¿A qué te referís?

_Mas que a “qué”, yo diría a “quien” y mejor será “a quienes” Tal vez vos hayáis oído de “los españoles”, pues a ellos me refiero. Son unos petulantes que piensan que somos sus sirvientes.

_Pero vos mismo sois español, Vicente.

_Pero no para ellos, Padre, piensan que soy mitad español, por el hecho de que mi padre es portugués. A mi me parece una tontería, pero ellos se lo toman muy en serio.

_¿Te presionan de alguna manera?... ¿Te han agredido?...

_Lo han intentado, pero yo me les enfrento y rehuyen la pelea. Abusaban con el difunto Luis, de quien era yo buen amigo.

_Pues sí que es una situación delicada, espero que pronto se ponga término a tal estado de cosas. Por ahora os voy a pedir que pongáis por escrito lo que me habéis contado, si podéis ser mas explícito en lo referente a ese grupo de novicios que os acosan, si pudieseis dar nombres, nos sería de gran ayuda.

En tanto el novicio escribía, Fray Michel caminaba por el despacho, muy preocupado por los hechos ocurridos en horas de la mañana; no obstante estuvo muy pendiente de la forma de escribir de Vicente, quien lo hacía con soltura y elegancia, logrando una caligrafía muy limpia y alegórica.

Cuando Vicente salió de la Botica, Fray Michel se concentró en sus estudios de medicina, merced a unas copias que le habían remitido desde España, donde leía cómo la anatomía patológica y la traumatología fueron literalmente revolucionadas gracias al De humanis corporis fabrica libri septem (1543) del belga Andreas Vesalio, que relegó a un olvido definitivo el Fasciculus Medicinae de Juan de Ketham (con unas láminas en que se plasma la materia vulneraria, o tratamiento de heridas, y otras en las que, por ejemplo, se analizan las afecciones a través del color de la orina). Dionisio Daza Chacón (1510-1596), autor de la Teoría y práctica de la cirugía (1582-1595). Entre las plantas americanas a que alude, hay dos que le interesaron en especial: en primer lugar, el guayaco, leño índico, leño santo o palo santo (incorporado al capítulo relativo al ébano), fundamental para atajar el mal de bubas, infección francesa, mal francés o sífilis.

De pronto escuchó la campana de la Capilla, llamando al refectorio. Habían pasado las horas sin apenas darse cuenta. Guardó los viejos pergaminos, pensando en que debería enviarlos al Scriptorium, para que Fray Alfonso ordenara copiarlos y poder preservarlos, pues eran documentos valiosos. Salió del despacho, procurando cerrar con llave, para evitar nuevas intrusiones. Se lavó las manos a conciencia en la fuente de la huerta y caminó al Refectorio, donde ya estaban entrando todos. Con una inclinación de cabeza saludó al Abad y a sus Hermanos y en silencio escuchó la oración recitada por Fray Andrés y se abstrajo en la Lectura del día.



Después de Vísperas, encabezados por el Abad, los frailes Michel, Alfonso, Carlos y Nepomuceno, se encontraban reunidos en la Sala Capitular. El frío era intenso, por lo que los Hermanos Legos habían encendido unos braceros de leña en las cuatro esquinas del recinto, encendido dos candelabros de diez velas cada uno y después habían salido, cerrando las puertas tras de ellos y permaneciendo en la puerta, de acuerdo a instrucciones precisas de Fray Andrés, a fin de evitar que alguien pudiese escuchar lo que se tenía qué tratar. El Abad hizo una indicación a Fray Michel, quien dio principio a la explicación:

_Queridos hermanos, dijo en voz baja, apenas audible para el pequeño grupo, nos hemos reunido esta noche para poneros al tanto de hechos sobresalientes que dan un giro a la investigación que estamos realizando.

Ante la preocupación de todos, quienes no perdían detalle de lo hablado, Fray Michel extrajo de la bolsa de su hábito la hoja escrita y la flor destrozada, poniéndolas al centro de la mesa, a la vista de todos.

Uno a uno fueron leyendo el contenido de las hojas, devolviéndolas en silencio para que otro las leyera. Luego todos quedaron en silencio, como sopesando el contenido y la respuesta que pudieran dar. El primero en hablar fue Fray Nepomuceno:

_Caramba, que esto está siendo mas grande de lo pensado, como vosotros sabéis, en este pasaje quien habla es Moisés. Tal vez sea irrelevante y solamente debemos concentrarnos en el mensaje en sí.

_Yo así lo creo, dijo Fray Andrés, pero os pregunto, Fray Alfonso ¿Alguno de vuestros ayudantes, que haya hecho una copia de la Santa Biblia, recordará este pasaje tan poco conocido?

_Lo dudo, Padre, pues solamente hemos hecho una copia, la que ilustró el novicio Antonio de María y dudo mucho que él pudiera recordar partes tan poco conocidas del Antiguo Testamento. En esto se ve que, quien escribió la nota, conoce perfectamente los textos sagrados y escogió la parte que pudiera expresar su sentimiento.

_Fray Carlos, aunque vos llegasteis hace poco tiempo, es posible que tengáis una opinión que nos ayude....

_Me llama la atención la primera parte: “Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero” ¿A quien o quienes está implicando?....¿Quien es el extranjero?...Aquí podríamos pensar que se refiere a los novicios, o... ¿a nosotros mismos? Pero nos estamos olvidando de alguien... Los Padres cenobitas, que aunque solamente son tres hermanos, debemos también tomarlos en cuenta, ¿alguno de ellos es extranjero?

_Ciertamente, hay dos monjes extranjeros, expresó Fray Andrés, el Padre Simeón, que es nacido en Francia y Fray David de María, quien nació en Roma. Ahora bien, de todos los que habitamos el convento, solamente Michel y Carlos quedan fuera de sospecha, puesto que llegaron a la Abadía cuando ya se había cometido el crimen.

_Pero eso no es todo, intervino Fray Nepomuceno, la segunda parte nos da otras instrucciones: “No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis” Aquí nos amplía la tarea, pues claramente nos dice que el culpable puede ser desde el Abad, hasta cualquiera de los hermanos Legos.

_Nos podéis decir, preguntó Fray Alfonso a Fray Michel, ¿Cómo se va desarrollando la etapa de entrevistas a los novicios?

_Mas lento de lo que yo desearía, Padre Alfonso, recién he entrevistado a uno mas, a Vicente, que aunque español, es hijo de Portugués, eso podría conferirle, ante ciertas mentalidades, una calidad de extranjero. Aún faltan dos, José de María, Criollo y Antonio de Villafuerte, español.

_Padre Michel, preguntó Fray Andrés, habéis realizado nueve entrevistas, ¿alguno entre ellos os parece sospechoso?

_Perdonadme, amado Padre, pero no desearía externar una opinión cuando no he entrevistado a todos, pues podría pecar de ligereza; por lo mismo no os he entregado algún informe parcial, no deseo que os forméis juicios anticipados.

_Sois prudente, hijo, es lo correcto. Yo os voy a pedir a todos, hermanos, que cuando tengamos todos los informes, nos reunamos en la Capilla para ponernos en las manos de Dios y su amado Hijo Jesucristo, para suplicarles que el Espíritu Santo nos ilumine para no ir a equivocarnos en nuestro juicio.

Todos los reunidos se mostraron de acuerdo ante tan sabia propuesta, luego de discutir un poco sobre el escrito aparecido en la Botica, los monjes se retiraron a descansar un poco, antes del Servicio de Completas. Quedando todos en analizar el asunto y reunirse al día siguiente después de Laudes y la Santa Misa, pues por ser domingo los novicios no tenían clases, dedicando el día a la oración, acompañando a los monjes cenobitas.

Fray Michel, al igual que sus hermanos, se retiró a su gabinete. Los corredores estaban obscuros y silenciosos, si acaso el llamado de los grillos era lo único que se escuchaba; el monje, ensimismado en sus pensamientos no se fijó en un bulto oculto en el vano de una puerta, que le siguió con la mirada hasta que se perdió de vista en la obscuridad de la huerta. Con la llave que Michel traía atada al cíngulo, abrió su estudio y cerró por dentro, luego encendió su vela y se hincó a hacer sus oraciones. De manera especial le pedía a Dios que le iluminara para encontrar la solución al misterio:

Señor mío misericordioso, ilumina mi mente para poder identificar a quien te ha ofendido. No permitas, Señor, que en mi infinita ignorancia pueda culpar a un inocente, pero tampoco dejes, Padre, que el culpable quede sin castigo.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre....



El mal tiempo había pasado y la mañana era luminosa y cálida, las aves cantaban jubilosas entre las ramas de los árboles y los colibries, llamados chupamirtos por los naturales, chupaban golosos los néctares de las flores. El monje jardinero se ocupaba de aflojar la tierra en unas plantas, viendo que se retiraran las hojas muertas.

_Buenos días, Fray Serafín, saludó alegre Fray Michel.

_Buenos días os de Dios, hermano, mirad qué hermoso día nos está regalando el Señor, disfrutadlo como yo, pues ni las reumas me molestan.

_Vamos a la Capilla, Padrecito, ya casi es la hora de que empiece Laudes, venga, apóyese en mi brazo.

_Gracias, hijo mío, en verdad que los viejos ya de poco servimos, pero si mi Señor me tiene aquí, mi deber es servirle hasta el límite de mis fuerzas.

_Decís bien, Padre, en tanto vos podáis orar, estaréis haciendo un gran servicio a Dios, pidiendo por tantos hermanos que sufren y mueren sin conocerlo.

En esta charla filosófica, los monjes se llegaron hasta la Capilla, Fray Michel acompañó al anciano hasta su banca y volvió para ocupar su lugar. En esos momentos estaba entrando a la nave Fray Andrés y todos se pusieron en pie hasta que el anciano Abad ocupó su lugar y dió principio la celebración de Laudes. Después de Laudes dio comienzo la Santa Misa. En el momento oportuno, con paso lento, Fray Andrés subió al púlpito y empezó su sermón:

_Queridos hermanos, estamos cerca de Navidad, fecha de gozo para todos nosotros, pues celebramos la venida de Dios entre nosotros, pecadores, quienes fuimos redimidos por su preciosa sangre. Pero antes de irnos postrar ante el “nacimiento”, como nos enseñó nuestro Padre San Francisco, debemos estar seguros de que nuestras almas se encuentran limpias de pecado. No olvidemos de que es tiempo propicio para la confesión. El maligno no deja de acosarnos, nos busca en todas partes y se oculta en todos los rincones... !Estad alertas!..... !No permitáis que tome vuestras almas!... Si alguien ha pecado, debe confesarlo a Dios. Si alguien sabe de algún pecador, debe acercarse a su confesor y descargar su alma, pidiendo a Dios por la salvación de quien ha cometido pecado....

Fray Michel escuchaba con atención, pues el sermón llevaba una dedicatoria, tal vez las horas de reflexión de Fray Andrés le hubiesen indicado que debía llamar a la confesión al o los implicados en el asunto.

Después de la Santa Misa, todos se dirigieron al refectorio. El desayuno se desarrolló con normalidad; de acuerdo a la Regla, durante los alimentos no se podía hablar, solamente escuchar lo que el Lector relataba. Por ser domingo, los novicios disponían de un poco de tiempo después del desayuno, antes de unirse a los cenobitas en las oraciones continuas.

Los padres Formadores, encabezados por Fray Andrés se dirigieron a la Sala Capitular, donde continuarían con el análisis de la situación.

_Bien, hermanos, inició el Abad, me gustaría escuchar vuestras opiniones, habéis tenido tiempo de meditar. Empezad vos, Fray Nepomuceno.

_Bien, querido Padre, por lo que recuerdo, el cuerpo fue hallado por uno de los Hermanos Legos, quien fue a buscarlo a la huerta. Entiendo que estabábamos todos reunidos, pero, ¿realmente estábamos todos? Quien puede estar seguro de ello.

_En cuanto a vosotros, intervino Michel, no creo que tuvieran problema en recordar, pues si no voy mal, debieron estar Fray Justino, que en gloria esté, Fray Andrés, Fray Alfonso y vos, Fray Nepomuceno. No faltaba nadie, supongo.

_Suponéis bien, Michel, contestó Fray Alfonso, éramos cuatro sentados a la mesa, sin duda. No recuerdo si estaban los Padres cenobitas, lo que sí recuerdo es haber visto al novicio Juan con semblante muy descompuesto, pálido y con el pelo revuelto, supuse que habría pasado una mala noche por algún malestar del estómago, algo muy frecuente.

_Amado Padre, habló Fray Carlos, aunque yo no estuve en esos asiagos días, permitidme dar una opinión. Por lo que he sabido, Fray Justino echó en falta al novicio Luis y por ello envió a buscarle, lo que indica que él sí se dio cuenta que era el único faltante, por lo que deduzco que el crimen se cometió y el culpable llegó al refectorio sin demora. ¿Así fueron las cosas?

_Tenéis razón Fray Carlos, corroboró Fray Andrés, fue como decís, de manera que en ese momento estábamos todos. Lo que nos deja en el mismo lugar.

_En tales circunstancias y a falta de mas elementos, habló Fray Michel, podemos hacer un ejercicio de eliminación lógica. ¿Os parece bien?

_Pues yo no entiendo cómo, repuso Fray Nepomuceno, pero seguid, algo se nos podrá ocurrir mientras tanto.

_Bien, continuó el Boticario. Tenemos algunas referencias que anoté en el lugar del crimen. Primero el sitio: Un lugar apartado, hasta cierto punto escondido, de la huerta, donde Luis acostumbraba retirarse a meditar, estudiar o hacer oración, lo que permitió que el asesino actuara sin ser visto. El resto de los novicios estaban en la biblioteca, pero desde la ventana se puede ver la entrada, entre las plantas, de tal lugar, algo que aprovechó el criminal para saber si Luis se encontraba solo. Pero, ¿alguien mas pudo haber estado acechando?, me refiero, aparte de los novicios.

_Bueno, dado el lugar, intervino Fray Carlos, con seguridad andaría por allí el Hermano Jardinero, vuestro Ayudante mismo, Michel; ellos podrían ser considerados como sospechosos.

_Tenéis razón, Carlos. Os pido, Hermano Alfonso, que hagáis una lista de las personas que se pudieran considerar como sospechosas, ¿os parece bien?

_De acuerdo, Michel, por lo menos iremos eliminando a quienes no estaban en ese sitio, si es que tenemos manera de asegurar lo contrario.

Fray Carlos extrajo una hoja de su morral, plumas y tinta y escribió:

 Fray Serafín, monje Jardinero.
 Novicio Nicolás, Ayudante de la Botica y del hermano Jardinero.
 Novicio Juan (español)

Fray Michel siguió adelante. Visto de esta forma, debemos pensar también en los novicios que se encontraban en la Biblioteca; desde luego, el primero que tengo anotado es el novicio Juan y por lo que sus compañeros declararon, en la Biblioteca se encontraban otros novicios: Nuño, Agustín, Antonio y José de Jesús. Curiosamente los cuatro llamados “españoles se encontraban reunidos en la Biblioteca el día de la muerte de Luis, así que, Hermano Alfonso, anotad a estos cuatro novicios en la lista que estáis preparando.

Fray Carlos mojó en el tintero la pluma de ave que recién había afilado y con cuidada caligrafía escribió los nombres que aumentaron la lista de sospechosos:

 Novicio Nuño (español)
 Novicio Agustín (español)
 Novicio Antonio (español)
 Novicio José de Jesús

_Bien, dijo Fray Andrés, creo que ya tenemos los nombres de las personas que pudieron estar cerca del sitio del crimen, ahora es cuestión de hacer una descalificación lógica, a afin de disminuir la lista de posibles.

En tanto hablaba el Abad, Fray Michel revisaba con cuidado sus notas, pues no deseaba que por un descuido se le pasara algún dato importante. Entonces reparó en algo que estaba pasando por alto:

_Creo que nos falta un nombre, amado Padre, dijo al Abad, quien lo miró interrogante.

_Como todos sabemos, los novicios nunca están solos en la Biblioteca, pues con sus juegos irresponsables podrían dañar alguno de los libros. Aquí tengo anotado el nombre, pero por estar centrado en los novicios, lo había pasado por alto, se trata de Fray David de María, el cenobita franciscano que es el amanuense del Padre Abad. La nota dejada en mi gabinete dice que debemos desconfiar de todos, desde el mas grande, al mas pequeño.

_Estáis en lo correcto, intervino Fray Nepomuceno, con el ceño fruncido y el semblante muy serio. Adelante, pues, Hermano Carlos, apuntad a nuestro buen escribano y que sea lo que Dios mande.

Fray Carlos escribió el nombre del monje y concluyó la lista, quedando de esta manera:

 Fray Serafín, monje Jardinero.
 Novicio Nicolás, Ayudante de la Botica y del hermano Jardinero.
 Novicio Juan (español)
 Novicio Nuño (español)
 Novicio Agustín (español)
 Novicio Antonio (español)
 Novicio José de Jesús
 Fray David de María, cenobita franciscano, escribano del Abad.

_Muy bien, queridos Hijos, dijo el Abad, guardaré yo esta lista. Ahora es tarde ya, todos debemos descansar. Yo les pido que todos hagáis oración para que el Espíritu Santo nos ayude a resolver esta situación y no ir a cometer una irreparable injusticia. Si os parece bien, nos reuniremos mañana, después del desayuno.

_Reverendo Padre, habló Michel, os suplico que sea nuevamente por la noche, pues aún me faltan dos novicios de entrevistar, me dedicaré a ello para tener completos los datos que nos ayuden a encontrar la solución a nuestro problema.

_Muy bien, Michel, hágase de esa manera y nos reuniremos después de Vísperas.

Levantando la mano hizo la señal de la Cruz sobre los asistentes, impartiéndoles su bendición. Todos salieron y se dirigieron a sus celdas, en busca del deseado descanso. Fray Michel se dirigió hacia la huerta, sin reparar en que en el corredor del piso alto, una sombra semi oculta seguía con atención los pasos del fraile.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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