Por Sergio A. Amaya S.

IV
Un viaje inesperado

Tal como acordaron, los dos Detectives se encontraron a la salida del Metro de Chapultepec, en la esquina de Lieja. En cuanto abordó Juvenal, el Comandante se encaminó rumbo a Paseo de la Reforma, a fin de tomar el Periférico, que era la avenida que los llevaría hasta la carretera rumbo al Bajío.

La circulación era fluida y en poco tiempo estaban pasando frente a la Secretaría de la Defensa, mas adelante El Toreo y luego la carretera a Ciudad Satélite, recientemente estrenada, por lo que en pocos minutos estában pasando por las célebres Torres de Satélite. De ahí en adelante ya las viviendas se van viendo menos y aumentan los terrenos de labor, ya se siente uno en el campo, fuera de la ciudad y su ruido constante. Casi una hora después, los viajeros llegaron a la Caseta de pago de Tepotzotlán, donde repostaron gasolina para el Chevrolet.

Como a las diez de la mañana estaban cruzando la Caseta de pago de Palmillas, por lo que el Comandante propuso que almorzaran en el Parador San Pedro, situado entre Palmillas y San Juan del Río. De esa forma ya no harían mas paradas hasta llegar a Aguascalientes. Así lo hicieron y almorzaron con buen apetito y suficiente para el resto del día.

Continuaron su viaje y pasaron San Juan del Río, Querétaro, Celaya, Salamanca, Irapuato, Silao, León, Lagos de Moreno y finalmente Aguascalientes, a donde llegaron cerca de las siete de la noche. Los viajeros llegaron al Jardín principal y se hospedaron en un hotel frente al Jardín, en la zona del portal. Luego de dejar sus maletas y refrescarse un poco, los investigadores salieron a caminar por el pueblo, llegando al lugar en que se encontraba la fábrica de camisas “Eusebio”, aunque en ese momento estuviese cerrada, pero ya la tenían bien ubicada, para no perder tiempo al día siguiente.

Los dos investigadores se fueron a cenar a un merendero cercano a la Plaza principal, a fin de relajarse, luego de un viaje tan pesado. Ya en la sobremesa se dio la plática mas informal y personal. Juvenal preguntó a su Comandante:

_Bueno, Comandante, perdone la pregunta, ¿por qué se metió en esto?

_Fueron las circunstancias, Juvenal. En ese tiempo era yo un chamaco de alrededor de veinte años, recién se había formado la Corporación. Al frente de ella estaba el General Treviño, homónimo del actual Director. Lanzaron una convocatoria solicitando muchachos jóvenes que tuvieran estudios de Secundaria, yo recién la había terminado y necesitaba trabajar. Además había una Academia, donde cursaríamos los estudios correspondientes a la Preparatoria y tal vez a alguna Licenciatura. Cuando uno es joven, le llama la aventura y no dejaba de ser atrayente el pertenecer al flamante Servicio Secreto.

Indudablemente que tuvimos Maestros brillantes, criminalistas natos unos y científicos otros, lo que nos fue llevando a una buena preparación. Nos adiestraron en el uso de armamento y nos inculcaron disciplina, no en balde el Director era de extracción castrense. Hubo algunos momentos en que estuve a punto de darme de baja, pues nunca estuve de acuerdo con algunos métodos y desviaciones que se fueron presentando. Tal vez yo sea un soñador, pero mis Maestros me inculcaron el respeto a la ciudadanía y el compromiso de servicio que adquiríamos al pertenecer a la Corporación, así que cuando me di cuenta de que muchos compañeros y Jefes estaban lucrando con la “justicia”, mi primera intención fue pedir mi baja. Luego recapacité, pues si quería hacer algo correcto, tendría que ser desde dentro, así pues, con mi postura envié un mensaje a jefes y compañeros, que yo no iba a participar en esos hechos irregulares, por no llamarlos delictivos y así ha sido. Las investigaciones serias me las encomiendan a mi y el resto de los compañeros hacen lo que su conciencia les dicta.

_Hubo otro momento crucial en mi carrera y que casi me obliga a renunciar, fue cuando el conflicto estudiantil del ’68, pues se realizaron detenciones arbitrarias, por consigna; se torturó y asesinó a inocentes, por el simple hecho de no estar de acuerdo con el gobierno de Díaz Ordaz. Hubo muchas desapariciones, tanto llevadas a cabo por las policías, como por el Ejército. Se inventaron pruebas, se amenazó con matar a familiares, en fin, todo lo que no debe hacerse, se hizo. Yo me mantuve al margen y no sé ni cómo no me corrieron. Ya pasado el tiempo, pienso que alguien tenía qué ocuparse de las investigaciones del fuero común, pues la realidad era que pocos había que pudiesen realizarlas y los pocos que había, habían caído en la corrupción. Esa, Juvenal, es la simpleza de mi historia. No me arrepiento de la carrera que elegí, pues así como he logrado probar la culpabilidad de muchos delincuentes, mi trabajo también ha servido para probar la inocencia de otros muchos, que sin un trabajo serio y responsable, tal vez estuvieran pagando por culpas ajenas.

_Por esa razón, Juvenal, continuó el Comandante, pongo especial atención en el desempeño de ustedes tres, quiero que aprendan buenas técnicas de investigación y que sean honrados. Cuando alguno de ustedes desee pasarse a otro Grupo de trabajo, tienen toda mi colaboración para que lo hagan, pero nunca toleraré un acto de corrupción o de descuido en una investigación.

Juvenal guardó silencio, como sopesando las últimas palabras de su Comandante, pues era fácil que en el ambiente que se movían, se presentaran las oportunidades de hacerse de unos pesos de manera irregular. El muchacho tenía claro que deseaba hacer una carrera en la Policía y quería especializarse en el área de Investigación Forense, por lo que no daría oportunidad a que el Comandante Solís lo diera de baja por corrupción o falta de interés.

El Comandante comprendió que el momento de la plática había tocado a su fin y pagó la cuenta, arguyendo que al día siguiente deberían empezar temprano su investigación. Salieron los dos Agentes y caminaron con calma hasta su hotel.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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