Por Sergio A. Amaya S.

El segundo cadáver

Arturo Alvírez y Gustavo Samaniego, Agentes Investigadores pertenecientes al Grupo del Comandante Solís, se ocupaban en investigar lo referente al segundo cadáver encontrado. El primer punto para investigar, era una visita a la Morgue, donde el doctor Santoyo estaba terminando sus estudios al cuerpo. Cuando vio llegar a los dos Agentes, les saludó con simpatía.

_Buenos días, muchachos, bien venidos, ¿buscan algo en particular?, dijo señalando el cuerpo recién estudiado.

_Buenos días, Doctor, precisamente venimos a empezar la investigación referente a este cuate, ¿qué nos puede decir?

_Esta persona, empezó el galeno, proviene de una clase mas popular que el otro cuerpo, esto lo deduzco por el tipo de ropa que vestía, es de un tipo muy común, ropa que se puede comprar en cualquier tienda departamental. El pantalón es de casimir corriente y ya bastante usado. La camisa es mas nueva, pero con bastantes usos. No tienen marcas particulares. Sus zapatos, de marca Canadá, no ofrecen mas datos…., aunque he observado algunos residuos un tanto particulares. Les mostró a los Agentes un sobre de plástico conteniendo algo que parecían semillas.

_Qué supone que sea, Doctor. ¿Cree usted que sea algo especial?

_Pues a reserva de que haga la investigación, parecen semillas de alguna planta, pero no las encuentro muy comunes, así es que ya les estaré informando. Por lo pronto, vamos a lo evidente: Miren el tatuaje que tiene en el omóplato derecho, es igual al que tiene el otro cuerpo. La forma en que fue asesinado, es la misma técnica y, al parecer, el mismo tipo de arma, un cuchillo o puñal de doble filo, de unos cinco centímetros de ancho. La muerte fue por hemorragia interna, pues la puñalada fue certera, pues seccionó la arteria renal. Esta herida produce un dolor tan agudo que paraliza y la muerte sobreviene en unos quince a veinte minutos; según el estado del cadáver, la muerte debió haber sido entre las una y las dos de la mañana de hace dos días, que fue cuando lo encontraron los Patrulleros. En esta bolsa se encuentran los objetos personales que portaba al morir, unas cuantas cosas.

Los Agentes tomaron la bolsa y la vaciaron sobre una mesa; era una billetera de imitación piel, color café, en su interior había quinientos pesos en billetes de diversas denominaciones. No se encontraron tarjetas de crédito, ni de negocios. En un compartimiento de la billetera había una imagen de la Virgen de Guadalupe. Gustavo estaba a punto de dejar la cartera, cuando vio, en el fondo de otro apartado, un pequeño papel, con unas pinzas lo extrajo y resultó un trozo de papel cuidadosamente doblado, ayudándose de otras pinzas lo desdobló y vio que tenía escrito un nombre y un número: “Evangelina Soares 55-23-02”, anotó los datos en su libreta y le pasó el papel al Doctor, para ver si pudiera encontrar alguna huella digital. Además de la billetera, había unas llaves de automóvil, al parecer un Opel, pero no se había reportado ningún auto en que el occiso pudiese haber llegado al sitio donde se encontró el cuerpo.

_Como ven, jóvenes, no nos dicen mucho el cuerpo y sus pertenencias, lo único que lo relaciona con el otro homicidio, es el tatuaje en el omóplato derecho, son idénticos. Aquí tienen las fotos que tomó Lucas, espero que encuentren a alguien que pueda identificarlo.

Los agentes abandonaron la morgue y se dirigieron a su oficina. Al llegar a ella, Gustavo levantó el auricular del teléfono y marcó el número hallado escrito en el papel: 552302, después de tres timbrazos, contestó una voz de mujer:

_Aló, ¿Quién llama?

_Buenas tardes, soy el Detective Gustavo Samaniego y busco a la señorita Evangelina Soares, ¿se encuentra ella?

_Soy yo, respondió un tanto atemorizada, pero a usted no lo conozco.

_Claro, lo sé, lo que sucede es que estamos haciendo una investigación y hemos hallado su nombre y teléfono y quisiéramos platicar con usted unos momentos, ¿Me puede decir su domicilio?

_Bueno, no lo sé, pues yo no tengo nada qué ver con la policía.

_No se preocupe, sabemos que usted no tiene nada qué ver, pero nos puede ayudar a resolver una investigación criminal, le aseguro que no le quitaremos mucho tiempo.

_Bueno, espero no estarme equivocando. Vivo en Mar Mediterráneo # 28, en Popotla, pero solamente los puedo atender unos minutos, pues tengo compromisos por atender en la tarde. ¿A qué hora puede venir?

_En menos de treinta minutos estamos con usted, voy con mi compañero, el Agente Arturo Alvírez y no la demoraremos demasiado.

Gustavo colgó el auricular y de inmediato salieron en busca de su automóvil, un Rambler American sin insignias y salieron con rumbo a la Avenida Hidalgo; rápidamente dejaron atrás Insurgentes, La Tlaxpana, la Escuela Normal y el Colegio Militar y ya estaban en Mar Mediterráneo. El número 28 estaba en la primera esquina, por lo que estacionaron el auto en la calle lateral, pues por la avenida principal circulaba el tranvía con dirección a Azcapotzalco.

Llamaron a la puerta y casi de inmediato les abrió una joven muy bella, de hermosa cabellera castaña que enmarcaba su delicado rostro de ojos verdes; la joven, de unos 30 años, vestía un traje sastre de color rojo, el cual resaltaba su armonioso cuerpo. La joven los invitó a pasar.

_Gracias por recibirnos, señorita Soares, este es mi compañero, el Agente Alvírez, dijo indicando a su acompañante. Solo nos tomará unos cuantos minutos.

Gustavo extrajo la fotografía del cadáver para mostrarla a la joven.

_Señorita Soares, encontramos el cuerpo de este hombre, sin identificación alguna y, entre sus pertenencias encontramos una nota con su nombre y su número telefónico y esperamos que usted pueda identificarlo.

El Agente le mostró la fotografía y vio como la chica se ponía pálida por la impresión, lo que demostraba su conocimiento de la persona.

_P..p..pero esto no puede ser, si ayer mismo estuvimos tomando un café y quedó de venir a verme el próximo sábado. ¿Qué le paso?

_No puede ser, señorita Soares, pues a este hombre lo asesinaron hace tres días. ¿Está segura que es la misma persona que usted conoce?

_Desde luego que sí, ¿pero cómo es posible, si yo lo vi ayer?, me trajo a casa como a las once de la noche.

_Vaya, intervino Arturo, esto es bastante raro, ¿cómo se llama?, ¿sabe usted donde vive?

_Desde luego, su nombre es Baldemar Méndez y vive en la Colonia Santa María, en la calle de Roble # 108.

_Le agradecemos la ayuda, señorita Soares, iremos a buscar al señor Méndez y si se hace necesario, volveremos a molestarla.

Los dos hombres salieron y abordaron su auto, dirigiéndose hacia la Avenida de los Gallos para acercarse a la dirección recibida, comentando el suceso.

_Pues esto se pone interesante, dijo Arturo, pues parece que tenemos una situación similar a la del primer cadáver. Con seguridad encontraremos a un hermano gemelo del difuntito.

_Podría ser, todo lo hace suponer así. Ya veremos….

En breve tiempo llegaron al domicilio y estacionaron su auto casi frente al número 108. Unos chamacos jugaban al futbol en la banqueta, una pelota rodó hasta los pies de Gustavo, en tanto los chicos gritaban: ¡Bolita por favor..!

Llamaron a la puerta y luego de algunos momentos abrió la puerta un hombre de edad media, unos cuarenta años, de estatura media y complexión robusta. Extrañado por la presencia de los Agentes, les preguntó:

_En qué puedo ayudarles, caballeros?

_¿Señor Méndez?, somos los Agentes Alvírez y Samaniego, del Servicio Secreto. Estamos investigando la muerte de una persona, queremos que nos haga el favor de ver esta fotografía y decirnos si lo reconoce.

_El hombre tomó la fotografía con mano temblorosa y les dijo:

_!Por Dios, es mi hermano Augusto!, ¿qué le paso?, en tanto unas lágrimas rodaban por sus mejillas.

_¿Cuándo vio por última vez a su hermano?, preguntó Gustavo.

_Hará cosa de una semana, nos encontramos en una reunión familiar, pues él vive en otra casa.

_¿Qué tanto conocía usted el medio en que se desenvolvía su hermano?, ¿sabe en qué trabajaba?

_Sí, era Contador en una fábrica de empaques de cartón, pero a últimas fechas había hecho amistades que yo no conozco, solo sé que se reunía con un grupo de amigos un par de veces por semana.

Extrayendo la foto del tatuaje, se la pasó al señor Méndez, preguntando:

_¿Conoce usted este dibujo?, es un diseño para un tatuaje.

_No, realmente no lo conozco, ¿debería conocerlo?

_Bueno, lo que sucede es que su hermano tenía un tatuaje con este diseño y pensamos que, tal vez usted supiera lo que representa.

_Realmente no sabía que tuviera tatuajes. En realidad nuestros primeros veinte años fueron de una hermandad muy cercana, mas que la de hermanos independientes. Si algo le pasaba a uno, el otro lo sentía. Nos vestíamos igual, pues teníamos los mismos gustos. Si uno enfermaba, el otro tal vez tuviera algunos síntomas, aunque estuviésemos separados, por alguna razón. Recuerdo que siempre estuvimos de acuerdo en que los tatuajes no eran agradables y que, de alguna manera, devaluaban al ser humano, por eso me extraña que se haya mandado hacer uno.

_¿Sabe usted si alguno de sus compañeros de la fábrica, pertenecía a ese grupo de amigos con los que se reunía?

_Realmente no lo sé, pues en los últimos meses vivió muy separado de la familia.

_Por favor, indíquenos la dirección del domicilio de su hermano y la de la fábrica de cartón. Además, le vamos a pedir que pase por la Comandancia para que nos haga el favor de identificar el cuerpo de su hermano.

Después de recibir los domicilios solicitados y quedar en el día y la hora para hacer la identificación, los Agentes salieron de la casa del señor Méndez, dirigiéndose al domicilio mas cercano, la fábrica de empaques de cartón, donde fueron atendidos por el dueño del negocio, quien se mostró muy sorprendido y afectado por la noticia de la muerte de su Contador.

_Señor Filisola, que tal era el nombre del propietario del negocio, ¿sabe usted quienes eran los amigos del señor Méndez?

_En realidad se puede decir que todos éramos sus amigos, pues Augusto se llevaba bien con todos, aunque, para ser francos, con quien mas cercanía tenía es con uno de los trabajadores, Encarnación Macías, mejor conocido como “Chon”, pero este muchacho tiene un par de días sin presentarse a trabajar; no se ha reportado y si para mañana no viene, se le dará de baja, de acuerdo a la Ley.

_Por favor, dijo Arturo, ¿nos proporciona la dirección del señor Macías?, pues le haremos una visita.

El propietario del negocio les entrega una tarjeta, donde está escrita la dirección del empleado ausente y los detectives se retiran, prometiendo volver en cuanto tengan algunos resultados. El domicilio del trabajador se encuentra en la misma colonia, a un par de calles, por lo que los Detectives se van caminando en busca del mencionado señor Macías.

La dirección corresponde a una vecindad, como tantas que hay en la ciudad. Un patio angosto cruzado por tendederos de ropa lavada y pandillas de chamacos que corren y gritan. Algún vecino escucha a todo volumen una canción de Pedro Infante, en tanto otro tal vez esté bailando cha-cha-cha. En medio de ese ruidero, llegan a la vivienda marcada con el número 25, donde son atendidos por una mujer de unos cuarenta años, medio despeinada, vestida con un vestido floreado y un delantal azul, los mira con desconfianza y les pregunta:

_¿Qué se les perdió, señores?, a poco buscan al borrachales del Chon, pos no está, el desgraciado hace varios días que no viene, seguro ha de andar emborrachándose con alguna güila, como acostumbra.

_Soy el Agente Arturo Alvírez y mi compañero, el Agente Samaniego, efectivamente, buscamos a su marido, pero para ver si nos puede dar algunos datos de un amigo de él, el Contador de la Fábrica.

_Qué les va a poder decir, ese bueno pa’nada. Pa lo único que sirve es pa’emborracharse, ya me tiene hasta la madre. Yo creo que anda con el tal Contador, pos últimamente andaban como uña y mugre, no se separaban pa’nada.

_Pues precisamente por eso deseamos hablar con su marido, ¿sabe usted donde podemos hallarlo?

_Pos mire usté, aquí cerquita hay una pulquería, Las 7 comadres. Pueque esté por allí. Nomás pregunte por el Chon, todos lo conocen. Nomás sale de la fábrica y en lueguito se va pa’ya. Si lo jallan, díganle que ya ni jode, no tenemos ni pal pretólio pa la comida.

_Los dos Agentes se retiraron, ante las miradas hostiles de los vecinos de la vecindad, bien se les notaba que eran de “la tira”, caminaron de vuelta a la fábrica a buscar su auto y ya en él se dirigieron a la pulquería, que era bien conocida en el barrio. El negocio estaba en una esquina, con puertas para ambas calles y, sin faltar, la ventanilla para atender a las mujeres, pues se prohibía la entrada de las féminas al establecimiento. El negocio tenía una gran barra de granito blanco montada sobre barriles de madera; la blanca y espumosa bebida se encontraba en grandes toneles detrás de la barra, unas diez mesas, siempre llenas, se encontraban repartidas en el área, en un ricón, el mingitorio repartía sus aromas a amoniaco. Todo el ambiente estaba saturado de agrios olores y risas y gritos de los beodos. Los pulqueros no dejaban se servir “tirnillos”, “jícaras” y “catrinas” para los sedientos clientes. Los Investigadores se dirigieron al encargado.

_Buenas tardes, saludó Arturo, buscamos al Chon, ¿sabe quien es?

_Pos de saber, sí lo sé, pero ¿pa qué lo buscan?

_Mire amigo, vale mas que no se haga el listo conmigo, si lo conoce y está aquí, es mejor que nos lo diga, o mañana mismo le están clausurando su negocio.

_Bueno, amigos míos, no sean tan delicados que no es para tanto. El tal Chon, pos si es cliente del establecimiento y está allá atrás, junto a los hombres que están jugando “rayuela”; es el de la playera roja del Toluca, pero está borracho, no creo que les pueda responder nada.

Los dos Agentes se acercaron a la mesa de Chon, ante la torva mirada de los concurrentes, quienes suspendieron momentáneamente su juego, para enterarse de lo que pudieran hablar con su compañero de parranda.

_Buenas.. Chon, queremos hablar contigo, dijo Gustavo, mostrando al beodo su Placa de Policía.

El aludido volteó a mirarlos con unos ojos vidriosos y estrávicos, buscando entre los humos de su etílica inconsciencia esos rostros que lo miraban.

_Qué train…. Pa’qué soy güeno…. ..stedes han de ser “tiras”…. Nomás queren joder al probe.

_Mira, Chon, te vamos a llevar afuera, para que te controles un poco y nos puedas responder algunas preguntas.

_Qué paso, mis jovenazos, dijo uno de los jugadores de rayuela, el Chon no está solo y, pos va a estar canijo que se lo lleven. Decía esto en tanto otros parroquianos rodeaban a los Agentes.

_Los Agentes mostraron sus Placas y dejaron ver sus pistolas, lo que motivó que los que les rodeaban empezaran a recular, temerosos de los policías.

_No, pos así sí, dijo el defensor, hasta les ayudamos a sacarlo, pero vamos a estar pendientes, pa que no lo vayan a “calentar”, pos entonces sí que no respondo.

_No se preocupe, amigo, que no somos de esos, pero necesitamos que su amigo nos de algunos datos. Vamos a llevarlo afuera.

Entre otros dos, menos tomados que Chon, lo levantaron y casi a rastras lo sacaron de la pulquería. Una vez fuera del local, recargaron al individuo en la pared y sus amigos se retiraron un poco para darle espacio a los policías.

_Vamos a ver Chon, empezó Arturo, andamos indagando quien ha estado con Augusto Méndez, el Contador de la fábrica y resulta que tú eras su mejor amigo. Dinos, ¿Cuándo lo viste por última vez?

_...la fábrica… dijo como autómata el borrachín, toy de permiso, pero si me busca el Augusto, pos voy pa’llá.

_No, Chon, no te busca Augusto, pues ya se lo enfriaron, queremos saber cuándo lo viste.

_¿Cómo que lo enfriaron?, la noticia pareció bajarle los humos de la borrachera, ¡quen jué!, pa rajarle su madre. Pos si era como mi hermano. No es justo. Después de decir esto, gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas sin afeitar, demostrando el afecto que tenía por el difunto.

_Hace apenas dos días que me llevó a una junta, quesque se iba a poner bueno, pero el vale aquel solamente se le fue en hablar, que si la vida, que si la muerte, que las arañas. A mi de plano no me cayó bien el changuito ese, así que le dije al Augusto que no, no le iba yo a entrar a esa jalada. Luego nos salimos y nos venimos pa’cá.

_Bien, Chon, ¿sabes la dirección a donde te llevó Augusto?

_Pos sí, es allá por la Colonia Obrera, por 5 de Febrero, cerquita de la Av. Del Taller.

_A propósito, Chon, ¿en donde dejó su auto el Contador?

_Pos nos venimos en su carrito, un Opelito bien cumplidor.

_¿Te comentó Augusto si iba a otra parte?

_Sí, me comentó que iba a volver, pues él sí estaba muy interesado en esa onda.

_¿Cómo se llama la persona de ese lugar?

_Adriana, o algo así, pero se me hacía raro, pues es un hombre, negro, de alguna parte de África, según oí que platicaban, pero el vato habla bien, como nosotros.

_Muy bien, Chon, nos has ayudado bastante, pero si te necesitamos te vendremos a buscar, para que nos des mas información, ¿está bien?

_Claro que sí, Jefe, pos quiero que se sepa quien se quebró a mi cuate.

Los Agentes se retiraron, ante las miradas menos hostiles de los parroquianos de “Las 7 comadres”, encaminando sus pasos hacia la Comandancia, donde deberían reunirse con el comandante para cruzar información y determinar los pasos a seguir.




El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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