De la modernidad...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Quiero entender a lo moderno como lo actual y la modernidad como la calidad de moderno.

Ya sabemos que a la historia universal la hemos dividido, convencionalmente, en prehistoria, edad antigua, edad media, edad moderna, etc., sin perjuicio de que también se usan conceptos que abarcan tiempos intermedios e, incluso, se habla de la postmodernidad.

A fuer de ser actuales encontramos que, merced a los grandes adelantos tecnológicos y científicos de los últimos tiempos, las distancias se han disminuido, los tiempos se han abatido, el promedio de vida ha aumentado, de tal suerte, que los eventos que se suceden en cualquier parte del planeta, muchas veces los estamos sabiendo, conociendo e incluso, viendo en el momento en que se producen, merced a estos prodigios de la tecnología y todo ello en la intención de procurarle a los humanos una vida mas placentera o, en el peor de los casos, con el menor número de dificultades, o el menos trabajo posible.

Sólo que el logro de estos adelantos tiene un precio y ese es altísimo, es el deterioro de nuestro entorno, de nuestro hábitat, de nuestro equilibrio ecológico, dándose la contaminación criminal de tierra, aire y agua en aras del llamado “progreso” y de la ambición pecuniaria sin límites de quienes fabrican, producen, transportan y comercializan, entre otros, todo tipo de productos.

Se incentiva el uso de vehículos automotores, de combustión interna movidos por gasolina o diesel, productos derivados del petróleo, y se elimina o retarda, a propósito, la fabricación de vehículos que se mueven con energía solar, eléctrica o de vapor, inclusive, que no son contaminantes, pero que harían perder cientos de miles de millones de dólares a los grandes consorcios petroleros monopolizadores de este producto y ya no digamos de la petroquímica que invadió el planeta con sus productos, siendo el mas nocivo el siniestro plástico, el cual nos ha invadido como una plaga mortal cuyos efectos se han estado dejando ver en todas partes y como aparentemente no se degrada (aun que sí es reciclable, en algunos casos), se ha descubierto que frente al agua y altas temperaturas produce dioxinas que resultan mortales para los bípedos implumes y otras especies y como estos productos, especialmente las bolsas de todo tipo y tamaño se usan ad nauseam en todo el planeta, cuando estos desperdicios se van al mar, las corrientes marinas lo llevan, en el Pacífico, hacia Hawai, dándose ahí una concentración criminal de estos productos, sin perjuicio de la mortandad de delfines, tortugas y otras especies que las confunden con medusas, que son su alimento natural.
Y esta producción exorbitante de bolsas de plástico (solo en el D.F. se entregan 32 millones de bolsas por día) en nuestro país, implica el 3 por ciento del PIB nacional, imagínese, generando un ingreso bruto de 20 mil millones de dólares, en mas de 3 mil 200 empresas. Es, pues, verdaderamente criminal la producción de estas bolsas plásticas, a pesar de los empleos que genera: 150 mil directos y 800 mil indirectos, según dicho de la ANIPAC, organismo que los representa.

De esta suerte el gobierno del D.F. se hace acreedor a la mas plausible felicitación por haber hecho entrar en vigor la Ley de Residuos Sólidos y su capítulo de sanciones que impone 36 horas de cárcel, multa mínima de 57 mil pesos y máxima de un millón 149 mil pesos, a quien regale una bolsa de plástico (se refiere a los comerciantes que envuelven la mercancía a sus clientes, en bolsas de plástico). Ahora se volverán a usar las bolsas de yute o las de material degradable.

Una vez mas, el D.F. deviene en un lugar donde campea la modernidad, en donde su Asamblea Legislativa procura estar a la vanguardia creando leyes que beneficien a la colectividad como tal y a los individuos en lo particular, a pesar de que siempre criticamos el centralismo, pues no es sano (políticamente hablando, entre otros), y nos quejamos de todas las iniciativas que emanan de allá, pero que en el resto de la república se reproducen como si a la letra fueren, salvo en las localidades en donde todavía campea la mentalidad medieval, la estulticia, la crasa ignorancia, la intolerancia, la necedad, la cerrazón, el fanatismo religioso, lo que se evidencia con sus actitudes extremas, cerradas y obscurantistas, carentes de fundamentos pero cargadas de prejuicios y sanbenitos.

Ojalá y en las entidades federativas emuláramos la modernidad del gobierno del D.F. y su producción legislativa para mejorar nuestra calidad de vida en el concepto de un desarrollo sustentable. Eso sería lo deseable. O usted, moderno lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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