Por Fernando Reyes Baños, Jorge Ramos Sánchez, Teresita De la Torre García, Silvia L. Meléndez Flores y Evelyn M. Delgado Carvajal*


Los Límites del Conocimiento: La Modernidad.
Respuesta a la pregunta: si detrás de todo esfuerzo pedagógico existe una concepción de hombre que orienta las formas institucionalizadas para educar, ¿qué tipo de hombre pretende formarse en las escuelas modernas, particularmente cuando se habla tanto de la crisis de autoridad en las familias?
La modernidad presentó como objetivo diseñar y construir un mundo para el hombre, basado en la razón (Hoyos, 1992). Ser "moderno" significó romper con las formas de vida que el hombre premoderno había mantenido, incluyendo los símbolos religiosos y políticos que lo sujetaban.

En las diferentes etapas de la humanidad se establece que la educación es uno de los factores que permite el desarrollo de la sociedad. De allí, la importancia que se le otorga al ámbito educativo, particularmente a los encargados de los procesos de enseñanza y aprendizaje: los docentes.

Sin embargo, los educadores no son los únicos responsables de la formación integral de los miembros de la sociedad, la familia juega un papel predominante. El núcleo familiar es el encargado de interiorizar en los niños valores y comportamientos éticos, que le permitan relacionar con sus semejantes e integrarse en diferentes entornos sociales.

La educación a través de la historia ha venido contribuyendo en establecer nuevas formas de convivencia, no obstante en los últimos tiempos se ha percibido que existen dificultades para alcanzar sus fines de acuerdo a lo que señala Revueltas (1990) la sociedad actual reacciona pasivamente frente a las políticas de control que ejerce el estado, es decir, la educación está a merced de intereses que pueden no ser los más apropiados para el buen vivir de la sociedad moderna.

Con este marco de referencia, surge el siguiente cuestionamiento: Si detrás de todo esfuerzo pedagógico existe una concepción de hombre que orienta las formas institucionalizadas para educar, ¿qué tipo de hombre pretende formarse en las escuelas modernas, particularmente cuando se habla tanto de la crisis de autoridad en las familias? En el presente ensayo se intentará formular una respuesta informada sobre tales cuestiones, usándose para su elaboración el triángulo de Foucault y las dimensiones que éste implica: epistemológica, política y ética.

Dimensión epistemológica

Un rasgo distintivo de los humanos es que su conducta no viene programada biológicamente con antelación, razón por la cual tienen cierto margen para actuar por su cuenta, cuando tienen que elegir entre dos o más alternativas (Mosterín, 1993). Otra distinción importante que los humanos presentan empero, es que no nacen en un medio natural únicamente, ya que ingresan a un medio social conformado con mucha anticipación a su nacimiento biológico por otros humanos (Braunstein, Pasternac, Benedito & Saal,1990), el cual les demandará “nacer” nuevamente, humanizándose en la medida en que puedan asimilar sus herramientas simbólicas, con lo que su libertad tendrá restricciones y posibilidades propias de su cultura y del momento histórico en que ésta se encuentre. Por eso Savater (1997) comenta que la educación es siempre un intento por rescatar al semejante de su esfera meramente zoológica, liberación que de conseguirse tendrá como resultado el surgimiento de un ser libre y autónomo.

¿En qué ideas se basan las escuelas modernas para humanizar a los neófitos de lo humano y propiciar su liberación entre sus semejantes? Una respuesta posible a tal incógnita, según Savater (1997), hace referencia a la condición sine qua non de enseñar de acuerdo a un modelo previo, el cual debe ser conocido por el estudiante, pues éste le propone (y a veces le impone) una serie de atributos: autonomía, disciplina, responsabilidad, etcétera, que deberá asumir para convertirse en adulto, condición que le permitirá hacerse consciente de lo que sabe.

Dimensión ética

Se puntualizó la coincidencia entre Rugarcía (1999) y Savater (1997) sobre los fines que la educación tiene con relación al hombre, es decir, hacerlo más humano. Ahondando más en las ideas del primer autor, éste se pregunta sobre lo qué es bueno para el educando moderno y, expresando su afinidad con autores como Labake, Fullat y Nemeses, responde que la formación del neófito debería consistir en las siguientes acciones: promover la comprensión de conocimientos profesionales y culturales, desarrollar habilidades (como trabajar en equipo, comunicarse con claridad o resolver problemas) y reforzar actitudes por la aprehensión de un valor, ideas todas ellas erigidas sobre una concepción humanista que aboga porque una persona educada es aquella que aspira, a perpetuidad, por la perfección y el acabamiento (Fermoso, 2001).

Desde el punto de vista ético, la Modernidad pretende formar hombres que utilicen la razón para encontrar el conocimiento, solamente la razón es quien da validez al conocimiento, a través de la educación, la naturaleza de la humanidad puede ser cambiada o modificada para mejorar. Rivero (2008) menciona que la Ilustración propone un ascenso del hombre, a través de un progreso material que conlleve a un progreso moral. La educación igualará, humanizará y asociará, para vivir en una sociedad sin par, en una transformación radical del hombre.

Uno de los postulados de la Modernidad es la defensa de los derechos humanos, entre ellos la igualdad, podría pensarse que ésta pudiera ser una de las causas de la crisis de autoridad en las familias, ya que si todos los hombres son iguales, los hijos por lo tanto son iguales a sus padres y por lo tanto tendrán la misma autoridad. Otro de los postulados enarbolados por la Ilustración es el de la libertad: todos los hombres son libres, que podría interpretarse afirmando que los hijos son libres, motivo por el cual, son capaces de tomar sus propias decisiones. De estos dos postulados podría derivarse una crisis de autoridad en las familias, pero también la Modernidad postula que el hombre es un ser bueno por naturaleza y que se rigen por la moral, ya que ésta les exige respeto a los derechos de los demás.

Terrén (1999, p.183) afirma que “la crisis de la modernidad anuncia el fin del sujeto como principio fundante del conocimiento y el descrédito en torno a la existencia de un nexo necesario entre el conocimiento racional y el bien común”, lo que provoca una indiferencia ética entre el fin y el uso de los medios.

Dimensión política

Como atributos del tipo de hombre que las escuelas modernas pretenden formar se han mencionado: autónomo, disciplinado, responsable y libre. Este último, siguiendo a Savater (1997), resulta interesante porque el hombre no nace como un ser libre, logra su libertad a medida que va integrándose al medio social que lo precede y va asimilando las herramientas simbólicas que éste utiliza.

Han existido en los últimos tiempos muchos esfuerzos por crear propuestas que den rumbo a la política educativa en el mundo en donde se pueda ver con claridad el futuro del hombre que se necesita. Esto inició en algunos países europeos al resultar evidente que “las políticas educativas reflejaban las líneas de fuerza del desarrollo social y económico de las sociedades” (UNESCO, 1990, pp. 20), por lo que se buscó dar un nivel educativo a toda la población, quedando así instaurada como básica la educación primaria, pero dejando todavía para la elite el nivel secundario y profesional.

Con relación a tales propuestas México y América Latina tampoco se quedaron atrás y, a consecuencia de todos los cambios que se venían dando a nivel sociedad, “vuelve a señalar(se) la necesidad de pensar en el hombre y sus capacidades, actitudes y valores como la mayor riqueza de un país” (Almaguer y Elizondo, 2002, p. 42).

Fue necesario entonces reestructurar los métodos educativos, ya que la enseñanza fundada en el principio de la memorización no era adecuada para lo que se estaba buscando, es decir, que el educando comenzara a desarrollar más sus capacidades. Pudo apreciarse también un cambio en la formación de los profesores, debido a que los países europeos comenzaron a prolongar la educación inicial de éstos y a mantenerlos en constante capacitación durante su desempeño profesional, adoptándose este mismo concepto en occidente.

Sin embargo, en materia de igualdad de oportunidades a sido poco lo que se ha logrado, sobre todo si se considera la situación que viven las zonas urbano-marginadas y las zonas indígenas. Todo parece indicar que la educación sigue siendo objeto de libre mercado o, como lo señala Terrén (1999), un resabio de corte neoliberal donde el mercado se presenta como un espacio natural de socialización y resolución de las deficiencias educativas. Cabe agregar que la libre competencia parece promover que las escuelas mejoren, siempre y cuando haya la consigna de darles el margen de decisión a los padres para que apoyen a sus hijos.

Almaguer y Elizondo (2002) son muy claros al decir que cada sociedad cuenta con su propio sistema de educación, a veces siendo éstos tan imponentes que para tales sociedades es imposible resistirse a ellos. Tales sistemas dependen además de la religión, organización política, grado de desarrollo de la sociedad, etcétera. No obstante los sistemas de educación tienen cierta claridad sobre lo que pretenden inculcar en cada individuo. “Esto supone que cada sociedad tiene un ideal de hombre, desde el punto de vista moral, intelectual y físico, es decir una moral, que pretende socializar mediante el aparato educativo” (Almaguer y Elizondo, 2002, p.42).

Por lo anterior, la escuela es el espacio que puede fomentar la participación ciudadana a través de proyectos que, según Castilla de León (2010), promueven actividades culturales, fomentan la formación permanente de los educadores y ofrecen espacios de análisis para que todos aprendan.

Conclusión

Para entender e identificar el tipo de hombre que pretende formarse se necesita revisar los fines de la educación, de acuerdo con Rugarcía (1999) y Savater (1997) buscan proyectar un enfoque humano en el desarrollo y convivencia del hombre. El ser humano se transforma al interactuar y participar con otros, por ello la educación como lo ha señalado Savater (1997) es un intento por rescatar al semejante de su esfera meramente zoológica, para ser libre y autónomo. Entonces ¿Cuál es el papel de la escuela para alcanzar este propósito? De acuerdo con Savater (1997) en referencia a la condición sine qua non de enseñar según un modelo previo que proponga aspectos de autonomía, disciplina, responsabilidad y otros hasta convertirlo en adulto consciente de su naturaleza.

La misión de la educación es formar hombres que utilicen la razón para encontrar el conocimiento y les permita la transformación radical del hombre con acciones humanizadas que ayuden vivir en sociedad. En la actualidad existe una crisis de autoridad en las familias porque se ha confundido el concepto de la igualdad porque si todos los hombres son iguales, los hijos por lo tanto son iguales a sus padres y por lo tanto tendrán la misma autoridad.

Ante esta confusión las escuelas modernas pretenden formar ciudadanos autónomos, disciplinados, responsables y libres en la medida que van integrándose en los sistemas educativos, para lograrlo se han hecho esfuerzos por legislar la obligatoriedad de la educación básica principalmente, partiendo de occidente y extendiéndose en América Latina buscando modificar la enseñanza porque en principio no era la más adecuada, ésta se basaba en la memorización y lo que se quiere es enfocarla en el educando para que éste desarrolle sus capacidades. Pero las políticas universales implementadas que inciden en el mejoramiento de la calidad educativa y en la mejor convivencia de los seres humanos, no han alcanzado sus propósitos. No obstante, que se han logrado metas relacionadas con la cobertura en la educación básica principalmente pero, se ha dejado de lado el tema de la equidad y lo que preocupa aún es la tendencia que se inclina hacia una educación menos humanista y más enfocada hacia el mercado. Ante esto, la escuela sigue siendo una posibilidad que puede fomentar la participación ciudadana a través de proyectos que según Castilla de León (2010) promuevan actividades culturales, fomente la formación permanente de los educadores y ofrezca espacios de análisis e interacción para que todos aprendan.

Referencias

Almaguer, T., Elizondo, A. (2002). Fundamentos sociales y psicológicos de la Educación. México. Ed. Trillas.

Braunstein, N. A., Pasternac, M., Benedito, G. y Saal, F. (1990). Psicología: ideología y ciencia. México: Siglo XXI.

Castilla de León, N. (2010). La escuela que deseamos. En Díaz, M. Editor. A refundar la escuela. (p. 95) Santiago de Chile.

Fermoso Estébanez, P. (2001). Teoría de la educación. México: Trillas.

Hoyos Medina, C. A. (1992). Epistemología y objeto pedagógico. ¿Es la pedagogía una ciencia? México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Mosterín, J. (1993). Dos notas sobre la racionalidad. En E. Garzón Vladés y F. Salmerón (Eds.). Epistemología y cultura. En torno a la obra de Luis Villoro. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Revueltas, A. (1990) Modernidad y mundialidad. Recuperado de: http://biblioteca.itam.mx/estudios/estudio/letras23/notas/sec_1.html.

Rugarcía Torres, A. (1999). Hacia el mejoramiento de la educación universitaria. México: Trillas.

Savater, F. (1997). El valor de educar. México: Ariel.

Terrén, E. (1999). Educación y modernidad. Entre la utopía y la burocracia. Recuperado de: http://revistas.ucm.es/cps/11308001/articulos/POSO0000330183A.PDF.

UNESCO. (1990). Sobre el futuro de la educación. Hacia el año 2000. Madrid. Ed. Narcea.

* Estudiantes de posgrado de la UV del Tecnológico de Monterrey.



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