Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz
Toda transformación equivale a un cambio, ya sea éste de forma o de fondo, pero finalmente implica una renovación de lo existente.
Lo anterior nos lleva a una obligada reflexión acerca de la transformación que ha sufrido nuestro puerto el cual a partir de la construcción de la carretera que lo conecta con la ciudad de México en 1927, se abre al turismo en forma por demás amplia dentro de las limitaciones propias de la época.
Sin infraestructura hotelera ni equipamiento urbano, sin la existencia de la prestación de servicios turísticos, poco a poco se fueron improvisando estos elementos para dar el servicio requerido por la afluencia de visitantes.
Es a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial cuando la economía de los países beligerantes y triunfadores se va encaminando a la producción de bienes y servicios que les permite alcanzar un elevado status en lo material y en el uso del tiempo libre que es aprovechado para darle un fuerte impulso a la actividad turística y de esta guisa se aprovecha la cercanía con el principal emisor de turistas que lo son los estadounidenses con destino a lugares como Cuba o nuestro puerto de Acapulco el cual, habida cuenta de su natural y exótica belleza, así como la calidez de sus aguas, de su clima y de su gente, los atrae de una manera especial, lo que permitió llamar la atención de actores, actrices, artistas, políticos, comerciantes, industriales de primer nivel, que hizo que Acapulco recibiera una fuerte inversión y se construyera una gran infraestructura turística, acorde con la moda de entonces de grandes hoteles y sucedáneos, convirtiéndolo en un lugar de privilegio, dándole un ambiente de glamour y esplendor de fama mundial, que conservó durante algunos años.
Pero por razones que todos conocemos, la gran avalancha de paisanos que emigraron de la miseria en que vivían en sus localidades y vinieron al puerto llamados por ese brillo adquirido; la invasión de terrenos y casas aparentemente desocupadas originando esa plaga de paracaidistas o (con eufemismo), precaristas, utilizados como clientelismo político para fines electoreros y las prebendas para sus líderes pseudo “ luchadores sociales”, entre otros, produjeron el deterioro del destino turístico por la sobrepoblación, la carencia de servicios municipales, aunado a la escasez de empleos, al alto costo de la vida, lo exiguo de los salarios, así como la corrupción e ineficiencia de las diferentes autoridades, en su caso, con las excepciones de siempre.
Todo ello trajo como se puede evidenciar totalmente, una baja sensible y muy cuantiosa de turistas, siendo la mas notoria la falta de turistas extranjeros y los de mayor capacidad económica, quedándonos con el modesto turista nacional, el cual siempre es bienvenido pero cuya derrama económica siempre es muy exigua. Y además el concepto de los grandes hoteles ya cambió y se está privilegiando el retorno a lo natural, a la proliferación de hospederías rústicas, en medio de una feraz naturaleza, con un respeto irrestricto al medioambiente y con el uso y aprovechamiento óptimo de lo mas cercano al mundo prístino y natural.
Ante ello las autoridades de los tres niveles así como los prestadores de servicios turísticos organizados, están haciendo esfuerzos por hacer que Acapulco recupere esa afluencia e, incluso, ese glamour perdido y así nos estamos colgando hasta la jaula del perico para llamar la atención de nuestros visitantes con eventos masivos de espectáculos populistas y anexas, pero también con obras de infraestructura importantes como el Acabús, y el túnel que viene de fuera del anfiteatro, así como lo informaron los medios, la inyección de una gran cantidad de dinero por parte de inversionistas muy conocidos, para el rescate del Acapulco tradicional y esperamos que se conserve el estilo propio de la localidad y no se parezca a los centros comerciales muy al estilo estadounidense como sucede en el Acapulco Diamante.
Bienvenida esta inyección de numerario y de rescate de esta zona tradicional, que si bien le va a reportar grandes dividendos a los inversionistas, también lo será para nuestro Acapulco de siempre y para siempre. O usted, transformado lector, ¿qué opina?
Toda transformación equivale a un cambio, ya sea éste de forma o de fondo, pero finalmente implica una renovación de lo existente.
Lo anterior nos lleva a una obligada reflexión acerca de la transformación que ha sufrido nuestro puerto el cual a partir de la construcción de la carretera que lo conecta con la ciudad de México en 1927, se abre al turismo en forma por demás amplia dentro de las limitaciones propias de la época.
Sin infraestructura hotelera ni equipamiento urbano, sin la existencia de la prestación de servicios turísticos, poco a poco se fueron improvisando estos elementos para dar el servicio requerido por la afluencia de visitantes.
Es a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial cuando la economía de los países beligerantes y triunfadores se va encaminando a la producción de bienes y servicios que les permite alcanzar un elevado status en lo material y en el uso del tiempo libre que es aprovechado para darle un fuerte impulso a la actividad turística y de esta guisa se aprovecha la cercanía con el principal emisor de turistas que lo son los estadounidenses con destino a lugares como Cuba o nuestro puerto de Acapulco el cual, habida cuenta de su natural y exótica belleza, así como la calidez de sus aguas, de su clima y de su gente, los atrae de una manera especial, lo que permitió llamar la atención de actores, actrices, artistas, políticos, comerciantes, industriales de primer nivel, que hizo que Acapulco recibiera una fuerte inversión y se construyera una gran infraestructura turística, acorde con la moda de entonces de grandes hoteles y sucedáneos, convirtiéndolo en un lugar de privilegio, dándole un ambiente de glamour y esplendor de fama mundial, que conservó durante algunos años.
Pero por razones que todos conocemos, la gran avalancha de paisanos que emigraron de la miseria en que vivían en sus localidades y vinieron al puerto llamados por ese brillo adquirido; la invasión de terrenos y casas aparentemente desocupadas originando esa plaga de paracaidistas o (con eufemismo), precaristas, utilizados como clientelismo político para fines electoreros y las prebendas para sus líderes pseudo “ luchadores sociales”, entre otros, produjeron el deterioro del destino turístico por la sobrepoblación, la carencia de servicios municipales, aunado a la escasez de empleos, al alto costo de la vida, lo exiguo de los salarios, así como la corrupción e ineficiencia de las diferentes autoridades, en su caso, con las excepciones de siempre.
Todo ello trajo como se puede evidenciar totalmente, una baja sensible y muy cuantiosa de turistas, siendo la mas notoria la falta de turistas extranjeros y los de mayor capacidad económica, quedándonos con el modesto turista nacional, el cual siempre es bienvenido pero cuya derrama económica siempre es muy exigua. Y además el concepto de los grandes hoteles ya cambió y se está privilegiando el retorno a lo natural, a la proliferación de hospederías rústicas, en medio de una feraz naturaleza, con un respeto irrestricto al medioambiente y con el uso y aprovechamiento óptimo de lo mas cercano al mundo prístino y natural.
Ante ello las autoridades de los tres niveles así como los prestadores de servicios turísticos organizados, están haciendo esfuerzos por hacer que Acapulco recupere esa afluencia e, incluso, ese glamour perdido y así nos estamos colgando hasta la jaula del perico para llamar la atención de nuestros visitantes con eventos masivos de espectáculos populistas y anexas, pero también con obras de infraestructura importantes como el Acabús, y el túnel que viene de fuera del anfiteatro, así como lo informaron los medios, la inyección de una gran cantidad de dinero por parte de inversionistas muy conocidos, para el rescate del Acapulco tradicional y esperamos que se conserve el estilo propio de la localidad y no se parezca a los centros comerciales muy al estilo estadounidense como sucede en el Acapulco Diamante.
Bienvenida esta inyección de numerario y de rescate de esta zona tradicional, que si bien le va a reportar grandes dividendos a los inversionistas, también lo será para nuestro Acapulco de siempre y para siempre. O usted, transformado lector, ¿qué opina?
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