Por el Mtro. Fernando Reyes Baños


El concepto de actitud es definido por Vargas (2009) como una predisposición para responder o conducirse de manera más o menos favorable hacia algo o alguien en una situación determinada, que depende de la participación de aspectos internos del individuo para generar una evaluación a favor o en contra del objeto percibido y que puede propiciar una conducta coincidente con la actitud que se presenta. Las actitudes, desde el punto de vista de la psicología social, son constructos útiles para explicar el comportamiento, pero también son medios importantes para predecir, inclusive modificar la conducta humana. Rodrigues, Asmar y Jablonski (2002) definen el concepto de actitud de la siguiente manera:

Organización duradera de creencias y cogniciones en general, dotada de carga afectiva a favor o en contra de un objeto social definido, que predispone a una acción coherente con las cogniciones y afectos relativos a dicho objeto (Rodrigues et al., 2002, p. 86).

De la definición anterior es fácil inferir que las actitudes tienen una estructura, que según Whittaker (1990) se encuentra integrada por los siguientes componentes:

- Cognoscitivo. Componente relacionado con las experiencias perceptuales que las personas viven cotidianamente y que consiste en un conjunto de categorías (término relacionado con lo que Vargas denominó en 1994 "estructuras significantes") utilizadas por éstas para nombrar a todos los estímulos. Con las categorías se define el conjunto de características que debe tener un objeto para pertenecer a alguna de ellas. Según Whittaker (1990), toda categoría incluye tres aspectos fundamentales:

  1. Se la puede subdividir en categorías secundarias, donde la cantidad de éstas dependerá de la necesidad que el individuo tenga;
  2. Tendrá cierto grado de “centralidad” para quien la acepta , lo cual dependerá de cuán relacionado esté el individuo con dicha categoría y cuánto apoyo social reciba ésta, de donde se desprende que la centralidad de una categoría estará vinculada con la posibilidad de lograr un cambio en ella, ya que una categoría más central será más difícil de cambiar que una menos central; y
  3. Presentará una serie de características asociadas con la etiqueta específica para esa categoría por lo que, cada vez que se categorice un nuevo estímulo como parte de una categoría específica, por generalización se considerará que tiene las mismas características asociadas con ella; de hecho, este proceso de generalización se encuentra estrechamente relacionado con el origen de los estereotipos sociales.

- Afectivo. Whittaker (1990, p. 244) define este componente como “(…) la respuesta emotiva que va asociada con una categoría cognoscitiva a un objeto de la actitud”, el cual, se forma a partir de los contactos que hayan ocurrido entre la categoría y las circunstancias experimentadas como placenteras o desagradables. Este componente presenta congruencia con el componente cognoscitivo, por lo que si hay cambios en las características asociadas con una categoría, habrán cambios en el significado y, probablemente, también los haya en el componente afectivo.

- Conductual. Es la predisposición conductual que tiene un individuo hacia un objeto de la actitud. Nótese que esta predisposición, que implica que hay una relación entre la actitud y la conducta observable, sólo permite predecir la probabilidad de que ocurra una conducta determinada que tiene como base una actitud con la que se ha categorizado y evaluado positiva o negativamente un objeto en particular.

Cabe señalar que las actitudes no son directamente observables, por lo que son consideradas como variables latentes, es decir, son inferidas a partir de ciertas respuestas mensurables que reflejan una evaluación positiva o negativa hacia el objeto de la actitud (Moya et al., 1994); de ahí que en la actualidad, no sólo existan varios métodos (escalas) para medir actitudes, sino también métodos específicos para medir cada uno de sus componentes estructurales.


Referencias

  • Moya, M., Rebolloso, E., Fernández Dols, J. M., Huici, C., Marques, J., Páez, D., Pérez, J. A. y Turner, J. C. (1994). Psicología social. España: McGraw-Hill.
  • Rodrigues, A., Assmar, E. y Jablonski, B. (2002). Psicología social. México: Trillas.
  • Vargas Melgarejo, L. M. (1994). Sobre el concepto de percepción [Versión impresa]. Alteridades, 4(8), 47-53.
  • Vargas Rubilar, J. A. (2009). Percepción de clima social familiar y actitudes ante situaciones de agravio en la adolescencia tardía [Versión impresa]. Interdisciplinaria, 26(02), 289-316.
  • Whittaker, J. O. (1990). La psicología social en el mundo de hoy. México: Trillas.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

Periplos en red busca crear espacios intelectuales donde los universitarios y académicos expresen sus inquietudes en torno a diferentes temas, motivo por el cual, las opiniones e ideas que expresan los autores no reflejan necesariamente las de Periplos en red , porque son responsabilidad de quienes colaboran para el blog escribiendo sus artículos.



Periplos en Red

Grab this Headline Animator

 
Ir Abajo Ir Arriba