La vida transcurre con una velocidad vertiginosa y en los últimos tiempos parece que ha adquirido alas.
Los acontecimientos se suceden en tal forma, en tal cantidad y en tal velocidad, que parece ser o es de locura, de enajenación. Los adelantos tecnológicos y científicos aplicados a la comunicación hacen parecer al mundo de una pequeñez impresionante, tal parece que se reduce a su máxima expresión.
De esta guisa los acontecimientos que antes la distancia y sus dificultades para franquearla se daban a cuenta gotas, en la actualidad se saben casi al unísono, de inmediato y eso nos permite estar al tanto de cuanto sucede en el planeta que habitamos.
Y dentro de esta enajenación nos encontramos con el género humano que ante el anonimato que se vive como consecuencia de la proliferación masiva de bípedos implumes (ya somos 7 mil millones), trata de superarlo, de alguna manera y, en consecuencia, hace lo imposible por llamar la atención, por ser alguien, por sobresalir de entre los demás y de esta suerte salen competencias tácitas como el estar en un libro de marcas como el de Guiness o practicar deportes extremos antes nunca vistos, o realizar hazañas que muy pocos mortales nos atreveríamos a realizar, todo ello dentro de la “normalidad”.
Sin embargo también existen los ángulos obscuros, los recovecos tétricos, los pasadizos espeluznantes de los individuos que pierden las perspectivas de las cosas en todos sentidos en aras de lograr diferenciarse o también de realizar sus demencias psicológicas en la creencia de estar actuando en cumplimiento de un deber o de una convicción, cuando en realidad ya se trata de una enajenación., de una locura.
En este sentido baste ver los últimos acontecimientos por los que individuos que en seguimiento de una supuesta e imaginaria “convicción” o creencia” se vuelven asesinos verdaderamente demenciales, cuyas acciones salen de una posible explicación lógica. Me refiero a los inefables homicidas estadounidenses como el que asesinó e hirió a varios asistentes al estreno de una película de aventuras de un personaje famoso de unas tiras cómicas, así como al llamado asesino de Wisconsin, “ un hombre armado que asesinó a seis personas en un templo sij en Wisconsin antes de ser muerto a balazos por la policía fue identificado como un veterano de guerra del ejército estadounidense y ex -dirigente de una banda metálica que pregonaba la supremacía de la raza blanca”, sin perjuicio de que” tres personas murieron este lunes luego de una balacera registrada cerca del campus de la universidad M&M de Texas, incluido el agresor, informó la policía”.
Esto sería la muestra de un botón de cómo, a guisa de posible explicación, que no de justificación, los gringos en sus eternas e incesantes guerras al erigirse motu proprio en los gendarmes del planeta, han drogado a sus tropas para resistir el asedio de sus opositores y al llegar a su país requieren de seguir drogándose creando el mercado mas productivo para los narcotraficantes del mundo entero.
Sí es cierto que en el nuestro últimamente se ha incrementado la comisión de hechos delictivos derivados del tráfico de estupefacientes para los EUA (aun cuando ya aumentó su consumo entre nuestros jóvenes) pero eso se debe, entre otros, a la falta de oportunidades, de empleos, de estudios, así como de una justa distribución de la riqueza que todos generamos con nuestro trabajo v.gr.: la banda de 80 menores de edad que en el “puente negro” se encargan de la trata de personas en Ciudad Juárez
Pero distan mucho estas prácticas delictivas nacidas básicamente del hambre, de la ignorancia y de la desintegración familiar, de aquellos asesinatos fríamente calculados, masivos, con toda la saña del mundo e impregnados de demencias producto de la enajenación a la que la sociedad estadounidense los ha llevado en su afán neurótico y compulsivo de “tener” en lugar de “ser”. O usted, equilibrado lector, ¿qué opina?
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