En términos generales entendemos al patriotismo como un pensamiento en virtud del cual asociamos o vinculamos a un ser humano con su patria, pero también lo concebimos como un sentimiento de éste por su tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado merced a valores creados como la cultura, la historia, así como a los afectos. En otras palabras hablar de patriotismo es el equivalente colectivo al orgullo de una persona de pertenecer a una familia o a una nación.
Hay, sin embargo, personas que carecen de estos pensamientos y sentimientos, por diferentes razones, por lo que devienen en apátridas y adolecen de un sentido de pertenencia a ninguna nación por lo que les da lo mismo la que les corresponda o la que adopten voluntariamente y en el mejor de los casos tratan no de integrarse (pues ello implicaría un esfuerzo emocional y racional de su parte), sino que convenencieramente tratan de adaptarse a su entorno para pasarla lo mejor posible.
Es el caso que en nuestra Patria los mexicanos estamos en el inicio del llamado “mes de la Patria” por los diferentes eventos que vivimos en épocas anteriores y celebramos aquellos que propiciaron, que nos dieron precisamente eso: Patria y Libertad.
Recuerdo, con nostalgia, que durante mi niñez y mi juventud, incluso en mi edad adulta, a estas alturas del calendario las calles y avenidas de todas las ciudades y pueblos del país se veían inundados de vendedores de banderas nacionales de diferentes tamaños, cornetas de cartón y de hojalata, rehiletes de cartoncillo y de plástico, distintivos, moños, festones, medallones y un sinnúmero de curiosidades y objetos decorativos, todos ellos con los característica de ser tricolores, verde, blanco y rojo, al alcance de cualquier bolsillo, y ya se asomaban en los balcones de las casas los pendones, las banderas, sin perjuicio de ese especial ambiente de júbilo, de alegría, vamos, de festejo.
Solo que ahora, hoy en día, parece que no existe un ambiente parecido al comentado. Sí es cierto que el horno no está para bollos. Que la violencia galopante que se vive en nuestro entorno no permite la espontaneidad en la liberación de una sana alegría y que el miedo a evidenciar gusto o a exaltarse en patriótica alegría carece de motivación.
Pero también es dramáticamente cierto que el sentimiento de Patria se ha perdido en los adultos, no existe en los jóvenes y muy incipiente se da en los niños. Y son múltiples las causas de ello.
Por demás harto conocidas como el haber dejado de impartir la clase de civismo en las escuelas y que por fortuna, apenas se está recuperando y ya llegó al primero de secundaria; caso patético es el bombardeo idiotizante de la televisión comercial de nuestro país con series que hablan de la violencia ad nauseam del american way of life, en donde se exaltan usos y costumbres que ya están arraigando entre nuestra gente, incluyendo la traducción literal de su lenguaje que sería la envidia de cualquier carretonero; la difusión masiva de periódicos, revistas, películas, traducidas al español, vamos la invasión total de la mente de nuestros connacionales, lo que implica un desprendimiento total de lo nuestro por el trueque de aquello que suene a “extranjía” ( ganado a pulso, por cierto, por los malos mexicanos).
Encuestas recientes que nos hablan de la preferencia de bastantes mexicanos que querrían que tuviéramos el status de Estado Libre Asociado con EUA, como Puerto Rico realmente causa alarma. Todo ello y mas, como la penetración de su religión, han causado, entre otros, el desgaste de nuestro sentimiento patrio, en una tendencia extranjerizante a pesar de la ignominiosa discriminación de que los hacen víctimas cuando están por allá. No se trata tampoco de chauvinismo, jingoísmo o patriotería, solo de un sano nacionalismo que nos da identidad y cohesión ciudadana. ¡Viva México! O usted, patriota lector, ¿qué opina?
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