Padre verdugo

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Por Guillermo Ezequiel Tibaldo


El hombre se quitó el sombrero cuando vio que ella se acercaba. Estaba dispuesto a decirle toda la verdad a favor de convencerla de que estaba haciendo lo correcto. Ella lo reconoció enseguida, pero sin dirigirle más que una mirada de triste inquisición, dobló en la primer esquina y se perdió en la oscura calle que se ahogaba segundo a segundo tras el sonido de sus tacos negros.

El hombre se emocionó de repente perseguido por la turbación, y como un actor de telenovela presionó suavemente sus ojos con el pulgar izquierdo para intentar conseguir una lágrima. En el fondo sabía que aunque hubiese querido, no hubiese podido revertir los sucesos, tal vez porque en el fondo no le interesaba más que su propio egoísmo y su propia conciencia intranquila que no le dejaba dormir pero que trataba de consolar de todos modos.

Así pues, camino despacio regresando por donde había venido; pero ya no miró atrás ni pensó en aquella muchacha de labios sonrosados que huía angustiada por tener que soportar en su vida las decisiones ajenas. Tal vez el hombre intentaba justificar su modestia con una actitud arrogante al sentirse humillado por el desprecio de sus disculpas.

El hombre no le dio importancia a esto. Una vez en su casa y con un cigarrillo en su boca, tomó de nuevo los apuntes que había dejado sobre la mesa y leyó una y otra vez las últimas líneas, cada vez más convencido de lo que estaba haciendo.

Sonrió junto a una bocanada de humo mientras leía por última vez cómo en aquellas calles húmedas y oscuras, la muchacha de ojos grises y labios sonrosados, que caminaba sola en un callejón vacío, intentaba detener la hemorragia que la llevaría hasta su muerte.

2 Comentarios:

fernando reyes baños dijo...

¡Hola Guillermo! Muchas gracias por tu colaboración al blog. Siempre es un gusto leerte a ti o a cualquiera de los otros colaboradores. ¡Saludos y ojalá que podamos verte por aquí más seguido!

Adriana Lisnovsky dijo...

@fdoreyesb
Guillermo: excelente microrrelato. Te felicito!
Todas las preguntas que uno se hace, se contestan en ese cierre perfecto. La ficción y la vida, unidas, entrelazadas.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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