De Altamirano...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Es común en nuestro medio, a pesar de que oficialmente no existe, discriminar a todos aquellos miembros de nuestras etnias nativas, descendientes de los naturales originarios de estas tierras y que sus antecedentes implican en antigüedad a la época precuauhtémica.

A guisa de explicación, jamás de justificación, se entiende que la conquista fue tan brutal, tan violenta y tan absoluta sobre las etnias llamadas indios, que les aniquilaron sus usos, costumbres, lenguas, religión, libertades y toda su concepción del mundo y de la vida, imponiendo con la crueldad de la espada y el dogma de la religión católica, la cultura y “civilización” de la España, todavía medieval y que durante mas de trescientos años, sentaron los pródromos de esa discriminación.

Desde luego que muchos salvaron, a escondidas, varios aspectos de su cultura y civilización y que aunados a los usos e imposiciones de los conquistadores, actualmente forman parte del folclore de nuestros pueblos y ciudades actuales.

Sin embargo, cuando existe talento, capacidad, deseos de superarse, de trascender, de ayudar a los semejantes, aun en contra de todas las adversidades, limitaciones y obstáculos que las circunstancias impongan, es entonces que nos encontramos con personas que luchan y triunfan por sobre todas las cosas y en la especie tenemos ejemplos magníficos de ello, en las personas del ínclito Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García y Don Ignacio Manuel Altamirano Basilio, entre otros.

Ello viene a colación porque recién se celebró el natalicio del prócer Altamirano quien nació hace 178 años, precisamente en estos días de noviembre en Tixtla (ahora Guerrero, entonces del Estado de México) y habida cuenta de su fructífera y polifacética vida existen razones de peso y de gran envergadura para recordarle y hacer saber las actividades a las que se dedicó exitosamente.

De entrada hay que saber que a la edad de 14 años aprendió a hablar español, pues antes solo hablaba su lengua nativa. Una beca otorgada por Don Ignacio Ramírez, quien fue su maestro, le permitió estudiar en el Instituto Literario de Toluca y posteriormente estudió derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, lo que le permitió pertenecer a asociaciones académicas y literarias , y que devino en ganar reconocimientos y diplomas, aun cuando eso no se traducía en dinero ni daba de comer, como alguna vez comentó al respecto.

Su personalidad inquieta y su acendrado patriotismo y su gran espíritu liberal se evidenciaron en su actividad política la cual comprende su participación en la Revolución de Ayutla en contra de Santa Anna; luego en la guerra de Reforma combatiendo también en contra de la invasión francesa, para posteriormente dedicarse a la docencia y al periodismo; sin perjuicio de que en la actividad pública fungió como diputado en el Congreso de la Unión en tres períodos, en los cuales fue notable el que abogó por la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria, a partir del 5 de Febrero de 1882, sin perjuicio de haber sido, procurador General de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento y en el servicio diplomático se desempeñó como cónsul en Barcelona y París y murió en Italia en una misión diplomática.

Excelente orador, sus piezas oratorias quedaron consignadas en una recopilación, así como sus obras literarias muy exitosas en su tiempo y abordó el cuento, el relato, la crítica, la historia, el ensayo y la crónica, la biografía, los estudios bibliográficos, la poesía y la novela. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres en la capital de la República y se creó una medalla con su nombre para premiar los 50 años de actividad docente. Mexicanos y guerrerenses así nos urge que salten a la palestra, pues los tiempos que corren lo exigen. O usted, patriota lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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