Del héroe ínclito...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


La historia de los países está llena de eventos trascendentales en su existencia, en virtud de los cuales se han dado los cambios que han creído necesarios para el advenimiento de transformaciones profundas necesarias para el mejoramiento, en todos sentidos, de las situaciones que en ese momento, son y deben ser susceptibles de superación o de su aniquilamiento, en su caso, siempre en aras de conseguir mejores condiciones de vida para sus respectivos pueblos. No siempre han sido, de fondo, esas las pretensiones, habida cuenta de que muchas son las veces en quienes ese solo es el pretexto que oculta las más aviesas intenciones y lejos de superar el status del momento lo agravan creándose así, las más execrables e ignominiosas dictaduras.

Pero estas transformaciones ya sea de fondo o simplemente de forma están realizadas por personajes o por gente de niveles socioeconómicos medios o medios bajos, pero siempre sustentadas por el resto de la población que es la directamente interesada en lograr esos cambios que puedan y deban ser relevantes para su subsistencia, en el peor de los casos o para la elevación de sus niveles de vida, como una aspiración legítima y profundamente anhelada.

Sin embargo esos cambios no se dan milagrosamente al conjuro de una varita mágica. Se necesita de un liderazgo, de la decisión plena, llena de entrega de un líder, de un dirigente, de alguien que tenga la mas firme convicción de que su acción o acciones están encaminadas al logro de los anhelos propuestos por todo un pueblo, pero no fácilmente se consigue un hombre o mujer de esta calidad, habida cuenta de que las mas de las veces nadie arriesga sus bienes, su libertad, o su propia vida en acciones no siempre seguras o que les dé certidumbre.

Para fortuna nuestra, uno de esos hombres lo fue y seguirá siendo el ínclito, el héroe, el epónimo Don José María Morelos y Pavón, figura egregia de nuestra historia Patria, quien en acatamiento consciente de la temeridad de la obra (por lo que significaba el poderío español), se dedicó a cumplir el encargo de su maestro y amigo, Don miguel Hidalgo y Costilla, para insurreccionar al Sur de nuestro país e incorporarlo a la lucha por la independencia nacional, (pues él se ofreció, motu proprio) teniendo como bandera principal, la independencia de España, la abolición de la esclavitud (que lamentable y tristemente subsistía), así como la devolución de sus tierras a los indígenas despojados de ellas por el conquistador, en donde un 10 por ciento de los pobladores de la Nueva España eran españoles o criollos y dueños de la mayoría de ellas y el 90 por ciento lo componían los indígenas y las demás castas en que estaba dividido el virreinato, sin ser mas que la fuerza laboral, explotada y esclavizada, creándose las grandes desigualdades sociales, lamentablemente subsistentes hasta nuestros días.

El gran Morelos, quien nace en la población de Guallangareo (fundada en Michoacán por el virrey Don Antonio de Mendoza en 1540 que posteriormente se llamó Valladolid y a partir de 1828 se llama Morelia en honor al héroe), el 30 de Septiembre de 1765, a pesar de sus orígenes modestos y vivir una serie de vicisitudes propias de la separación de sus padres, es a los 30 años cuando entra al Colegio de San Nicolás, en Valladolid donde conoce a su mentor el cura Hidalgo.

No obstante la tendencia de quienes detentan el poder, de inclinarse a la soberbia, al abuso, a la prepotencia y/o a la corrupción, en Morelos se da una imagen de probidad, de sencillez, de modestia dignas de alabarse, teniendo como ejemplo el que al convocar al Primer Congreso de Anáhuac, el 13 de Septiembre de 1813, en Chilpancingo, en donde presentó su documento constitucional llamado Sentimientos de la Nación, en 23 puntos y donde resume los principios de la vida institucional de México, ahí fue nombrado Generalísimo y Alteza Serenísima y declinó el título llamándose simplemente el Siervo de la Nación.

El héroe Morelos fue un gran estratega militar, auxiliado enormemente por Galeana y otros caudillos; fue un gran estadista, es decir, alguien con visión de Estado, sin perjuicio de haber sido un auténtico luchador social; enemigo de la corrupción y de los excesos, en fin todo un verdadero ejemplo a seguir por todos los mexicanos. Un reconocimiento de su valía lo dio Maximiliano de Habsburgo al erigirle un monumento. Lamentablemente, al haber sido prisionero fue juzgado cruelmente por el Tribunal del Santo Oficio ( la Santa Inquisición ) y por el gobierno virreinal. Se le vejó, se le acusó de traidor. Se le excomulgó e ignominiosamente se le fusiló por la espalda, con los ojos vendados, siendo esto un 22 de Diciembre, como pasado mañana, pero de 1815 en San Cristóbal Ecatepec, Edo de México, para evitar las protestas de la gente de la capital. Un héroe así, bien merece una estatua monumental en Pueblo Nuevo en el cerro de El Veladero, teniendo a sus pies, la extraordinaria bahía de Acapulco, lugar de sus triunfos. Personajes así, bien merecen ser recordados y emulados. O usted, agradecido lector, ¿qué opina?



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