Hace unos días apareció en un periódico local una noticia (lamentablemente no recuerdo los pormenores pues lo vimos en un puesto expendedor de revistas y diarios) que decía que en una población del estado de Guerrero, el presidente Municipal había ordenado un “toque de queda” para proteger a la población de los delitos cometidos por las bandas delincuenciales.
A todas luces el contenido de esa información resulta aberrante, es desquiciante, se trata de una “calabaza jurídica” por decir lo menos.
En efecto, estamos frente a un acto de “autoridad” en virtud del cual se están suspendiendo, de facto, las garantías individuales de libertad y, en especial, el derecho de deambular libremente donde a cada quien le plazca y a la hora que sea, obviamente sin atentar en contra de la normatividad vigente. Y en la especie, si a alguien se le ocurriera “ argumentar” que se trastocaría la norma si alguien no respetase el “toque de queda” se le contestaría que existe, jurídicamente hablando, el o los procedimientos para la creación de leyes, decretos, reglamentos y todas aquellas normas de carácter jurídico cuyo incumplimiento trae aparejada una consecuencia, impuesta coactivamente por el Estado.
El hecho es que acorde con lo dispuesto por el Artículo 29 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos solo al presidente de la República compete suspender las garantías individuales, de acuerdo con los Titulares de las Secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República y con la aprobación del Congreso de la Unión, y en los recesos de éste, de la Comisión Permanente; esta suspensión podrá llevarse a cabo en todo el país o en un lugar determinado y solo de aquellas que fuesen obstáculo para “hacer frente, rápida y fácilmente, a la situación” en tratándose de casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de otro que ponga en grave conflicto a la sociedad; pero dicha suspensión solo podrá ser por un tiempo y lugar determinado, o en todo el país, según el caso.
Pero hete aquí que a un presidente Municipal se le ocurrió la peregrina idea de implantar un “toque de queda” en su pueblo; pero aun con las mejores intenciones que hubiese tenido y por muy presidente que sea de su municipio, debe saber que al jurar en su toma de posesión el respetar y hacer respetar a la Constitución General de la República y las leyes que de ella emanen, se estaba comprometiendo jurídica, política e individualmente a hacer válido dicho juramento, por lo cual es muy lamentable que la ignorancia total del significado del contenido y de la jerarquía de las leyes los lleven a cometer semejantes desaciertos, así como aberrantes situaciones de hecho, con disfraz de derecho que no hacen sino propiciar la anarquía, la inseguridad y, lo que es peor, la falta de certidumbre y de confianza por parte de la ciudadanía hacia sus autoridades.
El hecho es, desde luego, muy lamentable, no solo por sus efectos antijurídicos, sino porque evidencia la falta de capacitación de muchas de nuestras autoridades (que incluye a los tres niveles de gobierno) y esto se puede predicar de una cantidad enorme de quienes se introducen a la administración pública solo para medrar, para “grillar”, y se hacen llamar políticos, sin serlo, y es público y notorio que muchos utilizan el puesto solo para hacer fortuna, muchas de las cuales, son verdaderamente milyunanochescas, mitigándoles los complejos que padecen desde que emergieron de niveles muy modestos, por no llamarles precarios.
Es así que surge y urge la necesidad de capacitar a los hombres públicos, insisto, de todos los niveles, para que puedan desempeñar sus funciones en óptimas condiciones, de ser posible, para evitar resbalones como éste, para utilizar mejor los recursos públicos y, sobre todo, para garantizarle a la ciudadanía una auténtica vida de bienestar y de seguridad que es el desiderátum de toda comunidad civilizada. Es lo que se impone. De lo contrario en dónde quedan los principios, los postulados, los ideales , las causas y las consecuencias de nuestra primera Revolución Social del Siglo XX que celebramos el día de ayer. O usted, aguzado lector, ¿qué opina?
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