De la pérdida...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz


Todos, de alguna manera, alguna vez hemos sufrido una pérdida. Es decir, hemos tenido la acción de perder algo o a alguien. Y si entendemos por tal, o sea por perder, el estar privado de una cosa, de una facultad, de un ser querido, de un valor, del respeto, en fin, de cosas, o situaciones de tipo moral o espiritual, así como de derechos fundamentales, es entonces que podemos hablar individual o colectivamente de pérdida, algunas veces temporalmente (muy contadas) resarcida y las mas de ellas de imposible recuperación.

Es el caso que observando una serie de videos tomados en la vía pública, en diferentes localidades del país, el tema fundamental de todos ellos es el de la resistencia de particulares a ser detenidos por policías cuando se les encuentra in fraganti en la comisión de faltas administrativas, a dichos ciudadano(a)s.

El asunto es que además de negarse a ser detenido(a)s, de forcejear con los policías, de luchar denodadamente por zafarse, de vociferar estruendosamente, insultan soezmente a los policías que tratan de cumplir con su obligación. A ello hay que agregar un ingrediente que, en nuestra opinión, es indiciario de una particularidad muy socorrida en nuestro país, el influyentismo.

En efecto, las personas que deben ser conducidas ante la autoridad correspondiente, amén de insultar a los policías los amenazan con correrlos, que ellos no saben con quién se están metiendo, que los van a correr a todos, que les va a costar la cabeza y en algunos casos no paran de llamar por sus teléfonos móviles con alguna persona que se desempeñe en el servicio público de la localidad.

El problema es que cuando los policías escuchan eso, de inmediato se retraen, dejan de aplicar los protocolos para la detención y ya no saben qué hacer, es decir se paralizan y si alguien está video grabando la escena, entonces menos actúan haciendo cumplir la ley, remitiendo a quien corresponda ante la autoridad competente, por temor a ser acusados de actuar con la “brutalidad policíaca” que, por cierto, es muy socorrida entre los policías gringos los cuales se exceden en poner en orden a los infractores y se ensañan especialmente con los negros y los latinos, especialmente los mexicanos.

Desde luego que esto obedece a vicios ancestrales que hemos padecido desde tiempos inmemoriales. A partir de la corrupción y la impunidad que campean en nuestro país (triste y lamentablemente) y que tiene múltiples causas, entre ellas, que para ser policía no se necesitaba tener preparación adecuada, que los salarios son muy bajos, que los riesgos existían (no como ahora), dando pie a que cualquier persona se diera de alta en cualquier corporación policíaca, en donde los jefes les exigían una cuota periódica de dinero para lo cual tenían que extorsionar a los ciudadanos mas vulnerables (borrachitos, obreros, campesinos, prostitutas, etc.), con lo cual adquirían impunidad y protección de sus superiores. Esta situación pública y conocida ha tratado de ser remediada a través de múltiples disposiciones legales y administrativas, con dotación de uniformes, vehículos, armamento, prestaciones, seguros y demás, sin perjuicio de la capacitación a quienes están obligados si quieren pertenecer a algún cuerpo de esta índole.

Lamentablemente son pocos, en proporción, los que están en condiciones de cumplir con las normas mínimas exigibles para ser policía, así como los solicitantes para eso, a pesar de las convocatorias para su reclutamiento.

El problema no es sencillo, pero lo que sí es motivo de preocupación que requiere solución inmediata es que se tenga y practique un protocolo de corte internacional (al cual nuestro país está suscrito) para remitir a las autoridades competentes a personas que trasgreden las normas administrativas o penales, en su caso, haciéndose respetar por la ciudadanía, pero eso sí, con un respeto irrestricto a los derechos fundamentales de las personas y sin temor a que sus superiores o algún influyente haga valer privilegios y menos en contra de quienes estén cumpliendo con su deber.

Todo saben que en este país existe la tortura como medio de lograr confesiones las mas de las veces de gente inocente usada como “chivo expiatorio” ante la ineficacia e ineficiencia de las policías correspondientes que quieren justificarse, a tal grado que el titular del Ejecutivo federal tuvo que admitir recientemente en el Segundo Informe de Actividades de 2015 del titular de la CNDH que “ Desaparición forzada y tortura, son flagelos que deben terminar”, por lo cual se entiende que las múltiples policías y quienes hacen las veces de éstas han perdido prestigio y lo peor, el respeto de la ciudadanía, por eso se oponen a su detención, en su caso y usan del “influyentismo” para desresponsabilizarse de sus actos. El Ombudsman nacional lamentó que la sociedad desconfía cada vez mas de las instituciones, ergo hay que depurar los organismos de procuración y administración de justicia para realmente gozar de un estado de respeto irrestricto a la ley y a los derechos fundamentales de los ciudadanos, y así se recuperará el respeto perdido y los pseudo influyentes no podrán excusarse del cumplimiento de la ley.

Todo es cuestión de acatarla y hacerla cumplir, cada quien, en su caso. Urge. O usted, responsable lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

Periplos en red busca crear espacios intelectuales donde los universitarios y académicos expresen sus inquietudes en torno a diferentes temas, motivo por el cual, las opiniones e ideas que expresan los autores no reflejan necesariamente las de Periplos en red , porque son responsabilidad de quienes colaboran para el blog escribiendo sus artículos.



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