De los "paracaidistas"...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz


La vivienda o sea el refugio o lugar en donde los seres humanos habitamos, ya sea natural o construido por nosotros mismos, es uno de los valores materiales a perseguir y lograr, como una respuesta a nuestra necesidad de un sitio en donde refugiarse de las inclemencias del tiempo, así como de la necesidad de privacidad para el desarrollo pleno de nuestras propias capacidades, en compañía de los seres queridos que forman a la familia.

El de la vivienda es un derecho, inclusive, de las llamadas Garantías Sociales, consagradas en la Constitución federal, atento a lo dispuesto por el Art. 123 de dicho Código Político.

Así mismo, esta Ley autoriza ala nación en los términos del primer párrafo del Artículo 27, que a la letra dice: “La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada”.

De esta guisa es que tenemos, los particulares, la posibilidad jurídica de ser propietarios de un lugar, un terreno, en donde construir nuestra vivienda. Desde luego que esta modalidad de la propiedad está sujeta a las leyes reglamentarias de tal disposición Constitucional y de las leyes ordinarias, al respecto. Lo mismo puede decirse de la propiedad de los organismos del estado. Pero todo ello está sujeto a regímenes jurídicos que señalan los alcances y los límites de este derecho.

Es el caso que Acapulco, siendo un centro de atracción turística por excelencia, merced a todas sus virtudes dotadas por la naturaleza, se convirtió, de la noche a la mañana no solo en un centro para atraer a los turistas, sino también a inversionistas para las áreas de prestación de servicios turísticos, a comerciantes de todo tipo; pero también a vividores que sin tener ningún arraigo de ninguna especie en el lugar, se dedicaron a capitalizarse, para después de sacar el máximo provecho del lugar (y no siempre de la mejor manera), abandonaron el puerto para nunca mas volver.

Acapulco creció, entonces, anárquicamente. Los planes de desarrollo urbano no se siguieron (cuando alguna vez hubo) y luego, ante la evidente miseria que se vivía en el estado (y que subsiste) se propició la migración de mucha gente a los centros urbanos para mejorar sus condiciones de vida.

Pero lamentablemente no faltaron los “vivales” (que quieren hacer aparecer como “ luchadores sociales”) que empezaron a dirigir a esas masas de desarraigados para ofrecerles terrenos en donde construir sus viviendas, pero invadiendo predios, que contaban con dueño cierto y conocido y así se propaló la plaga siniestra del “paracaidismo” en el puerto, con las evidentes y siniestras consecuencias que todos conocemos, entre otras, por solo mencionar algunas, la desforestación del anfiteatro (pues devinieron en enemigos de las arboledas que les impedían construir sus “toritos”), lo que cuando llueve se arrastra lodo a la bahía; las cantidades de toneladas de basura que arrojan en la calle y en los cauces pluviales, con la misma consecuencia, amén del fecalismo al aire libre que arrastra el viento sus heces para dispersarlas por todo el entorno y por supuesto, padecen la falta de servicios municipales de toda índole y que ahora exigen en manifestaciones masivas para presionar a las autoridades.

Sin embargo, anteayer se conoció la noticia de que se van a regularizar mas de 50 colonias en el Parque Nacional El Veladero y que será el cabildo acapulqueño el que va a autorizar el cambio de uso de suelo de 13 polígonos, los cuales lamentablemente ya fueron desincorporados del Parque desde Marzo de 2011, ello por gestiones de dirigentes de partidos políticos, funcionarios y líderes de colonos, en aras de actividades netamente electoreras, pero que ahora están causando todos los problemas conocidos. Pero se entiende que el Ayuntamiento quiera tener ingresos por el pago de impuestos y que requiera regularizar estos predios, para poder dar los servicios municipales correspondientes.

El mal ya está hecho. No hay para donde correr, máxime que muchos ya llevan como 20 años, pero debe quedar muy claro para estos futuros nuevos propietarios que deben cumplir, cabal y puntualmente con todos los reglamentos municipales y toda la legislación aplicable, pues ya no tendrían motivo para manifestaciones ( que tanto perjudican a terceros), ni tampoco para deteriorar el ambiente y, sobre todo, que esto no dé margen a nuevas invasiones y consecuentemente a nuevas desincorporaciones de este necesario y vital pulmón verde para nuestro puerto. Urge poner orden. O usted, vigilante lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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