De la lealtad...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz


El ser humano tiene infinitas características propias de su condición. Sean éstas de tipo físico o mental, emocional o volitivo, así como de todas aquellas derivadas de éstas, el caso es que por esta virtud cada ser humano es único e irrepetible, sin perjuicio de algunas generalidades que nos son comunes a todo el género humano, v.gr: tener cabeza, tronco y extremidades, como nos enseñaron en la primaria en las clases de anatomía.

Con tales características, desde tiempo inmemorial se ha luchado por preservar, fomentar, educar y estructurar a todos nosotros en aquello que se ha considerado valioso para nosotros mismos en lo personal, en nuestra comunidad, en nuestro entorno inmediato y mediato como la familia y nuestros coetáneos.

Ante ello se han creado parámetros de control y dirección de nuestra conducta con el objeto de tener las condiciones necesarias para poder realizar nuestros fines, individuales y colectivos en libertad y armonía, y de ello se han creado normas de conducta religiosas, morales, de trato social y, en especial, de derecho el cual, a diferencia de todas las demás es obligatorio, en cambio las otras si se cumplen o no , no pasa nada pues carecen del factor coactivo que el derecho tiene.

En este contexto, el humano ha creado los valores, estudiados por una ciencia filosófica llamada axiología la cual tiene por objeto precisamente el estudio o tratado de los valores morales.

De esta guisa nos encontramos en la tesitura de reaccionar ante los estímulos del exterior con todo el acervo primitivo animal que naturalmente poseemos o lo hacemos como producto de la cultura y civilización de la humanidad, nos conducimos con apego a una escala de valores creada, enseñada, inculcada en el espíritu humano con la ilusión de ser cada vez mejores seres, mejores individuos.

Así planteado ya sabemos que la lealtad es la condición de ser leal y según el Larousse ilustrado, leal es la persona fiel y noble e incapaz de cometer cualquier traición o engaño y así también se refiere a acciones y actitudes de dichas personas. Así mismo volteando la mirada hacia la axiología, ciencia de los valores morales queda claro, entonces, que el término valor tiene una connotación que se refiere a cada una de las supuestas cualidades positivas, consideradas en abstracto, ergo la lealtad es un valor, por cierto muy apetecido por los humanos, pero no todas las veces satisfecho en sus necesidades.

Por otro lado las antípodas de la lealtad lo son la traición (entendida como la violación a la lealtad y fidelidad debidas), el engaño( o sea hacer creer algo que no es verdad) o la falsedad ( dicho o hecho falso, carente de veracidad), entre otros, conductas a todas luces reprobables, siniestras, descalificables y propias de los truhanes, mitómanos ( los hay verdaderamente “profesionales”) y tipos “come mie…” (como dicen en mi pueblo) a todas luces descalificables y miserables e indignos.

Las personas bien nacidas, educadas en los valores de una época y de un lugar determinado, la gente de bien tiene por sentado que el confiar en los demás y especialmente en algunas personas que se han ganado su confianza, significa un parámetro válido para realizar acciones, pensamientos o sentimientos compartibles con ellas, con la confianza de que se sabrá guardar toda la discreción necesaria, partiendo de la idea de pensar siempre en positivo y no para hacer una mala obra a nadie, sin embargo hay quienes teniendo el deber moral de la lealtad, traicionan a quien depositó en ellos su confianza y todo por quedar bien con alguien, por obtener algún beneficio económico, por envidia, por rencor, por coraje, o por alguna bajeza propia de su naturaleza personal.

La lealtad es un valor que la historia nos ha enseñado que tiene un valor inapreciable. Ejercitemos la lealtad, honremos nuestra calidad humana, hagamos nacer la confianza en las personas que nos rodean, pero seamos cautos con los traicioneros y los desleales. O usted, leal lector, ¿Qué opina ?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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