Discurso final

Por el Egresado en Psicología Jesús Hernández Morales

Discurso pronunciado el viernes 18 de enero de 2008 con motivo de la Ceremonia de Graduación de la Séptima Generación de la Carrera de Psicología de la Universidad Americana de Acapulco.

Buenas tardes a todas las personalidades, familiares y amigos que hoy nos honran con su presencia a mis compañeros y a mi, en este día tan determinante en la vida de cada uno de los 23 alumnos que conformamos esta generación de nuevos psicólogos.

Al elegirme mis compañeros para dar estas palabras, sabían muy bien que no escucharían palabras dulces de mi parte, sin embargo haré el intento de hacer esta despedida lo más amena posible.

Jóvenes, han pasado 54 meses desde aquel mes de Agosto de 2003, en el que depositando nuestra confianza llegamos a esta institución con un sueño compartido.

Éramos cerca de 30 personas al inicio, de las cuales quedamos las 23 almas presentes que celebramos la conclusión de nuestros estudios.

Hoy, que ese sueño empieza a tornarse fáctico y que puedo mirar atrás... me siento sumamente honrado de llegar con ustedes a esta meta, y les aseguro será la primera de una larga serie.

Me llevo vastos recuerdos de cada uno de ustedes y que muchos se quedan en estas paredes; me enorgullece decir que termino esta etapa de mi vida acompañado de 22 hermanos logrando formar al final una gran familia.

Una familia que en estos 4 años y medio ha peleado, llorado, amado, reído y sobretodo ha disfrutado cada momento por muy adverso o muy favorecedor que sea. Jamás voy a olvidar las cualidades de cada uno de ustedes y las llevaré en mi memoria por siempre.

Me llevo la fortaleza de Jazmín, Mariana y Elvia; el temple de Isis; la sonrisa de Daniela y Tarill; el sarcasmo de Fernando; la audacia de Elisa, Hazel y Tatiana; la chispa de Yamel; el silencio y la palabra correcta de Giovanna, Cinthya y Adela; la fé de Amauri y Leticia; el gran cariño de Francia; el estilo de Teresa; la pasión de Flor; el noble apoyo de Denisse y el gran corazón de Anallely y Diogny.

Porque cada una de esas cualidades nos permitió seguir conviviendo con aciertos y tropiezos. Además de lograr demostrar en su momento que podíamos trabajar en equipo y sacar adelante cada proyecto propuesto; LA MORDAZA, es un claro ejemplo de ello.

Sigan trabajando lo más favorablemente posible para alcanzar el éxito.

Recordemos que el éxito no es hacer bien o muy bien las cosas y tener el reconocimiento de los demás. No es una opinión exterior, es un estado interior. Es la armonía del alma y de sus emociones, que necesita de la familia, la amistad, la autenticidad y la integridad.

Cuando demos, no esperemos recibir, “¡queda aroma en la mano que da rosas!”, dice un proverbio chino. No permitamos que nuestros sentimientos y emociones negativas dominen nuestro estado de ánimo. El daño emocional no viene de terceros, se fragua y desarrolla en nosotros mismos.

No confundamos los valores ni menospreciemos nuestros principios. El camino de la vida es muy largo, pero se transita muy rápido. Vivamos el presente intensa y plenamente, que el pasado no sea un lastre, que el futuro sea un estímulo. Cada quien forja su destino y puede influir su realidad. No debemos ignorarla.

No nos quedemos en el tintero, el mundo es de aquellos quienes luchan y perseveran, no de quienes sólo se sientan a esperar un llamado que quizá no tendrán.

Muchas veces cometeremos errores, es usual y humano, tratemos siempre que sean menores, aceptemos, corrijamos y olvidemos. No se obsesionemos por ellos.

Vivamos sin miedos y sin culpas; decía Carlos Slim en un ponencia que... “los miedos son los peores sentimientos del hombre, lo debilitan, lo inhiben a la acción y lo deprimen, y las culpas son un lastre enorme en nuestro pensar, al actuar y en la vida. Hacen difícil el presente y obstruyen el futuro. Para combatirlos, seamos sensatos y aceptémonos como somos, con nuestras realidades, nuestros méritos y nuestras penas.”

La ocupación desplaza a la preocupación y los problemas, al enfrentarlos, desaparecen. Así, los problemas deben hacernos cada vez más fuertes. De los fracasos aprender, y los éxitos deben ser estímulos callados. Actuemos siempre conforme nos dicte la consciencia, ya que no se le puede engañar; así, los miedos y las culpas, entonces serán mínimos. No nos encerremos, ni nos arruinemos la vida, vivamos con la inteligencia, el alma y los sentidos despiertos y alertas; conozcamos nuestras manifestaciones y sigamos educándonos para apreciarla y disfrutarla.

Allá afuera, hay una porción de la sociedad que necesita de nuestro trabajo, y hay otra que necesita saber que lo necesita. Sin olvidar, que el trabajo bien hecho no es sólo una responsabilidad y compromiso consigo mismos y con la sociedad, también es una necesidad emocional.

Finalmente, agradezcamos a nuestros familiares y amigos que nos han apoyado a llegar hasta aquí y seguramente serán testigos fieles de nuestros caminos venideros. También gracias a nuestros maestros que nos enseñaron a ser y estar desde otras sensaciones, desde otras concepciones sobre nosotros mismos, los otros y nuestra propia disciplina además de que con su presencia marcaron nuestras vidas.

Al final nos vamos sin nada, sólo dejamos nuestras obras, familia, amigos y quizá, una positiva influencia por lo que en ellos hayamos sembrado. No cantemos victoria aun, esto es sólo el comienzo, faltan varios peldaños más adelante, será difícil pero no imposible; sólo es cuestión de que cada uno de nosotros hagamos que suceda.

Bienvenidos a la vida real, la lucha comienza hoy... que gane el mejor. Felicidades colegas, fue un enorme placer viajar con ustedes.

Hasta pronto...