Por la Psic. Rocío Legorreta
Considero que uno de los mayores problemas en las escuelas se da porque, en la actualidad, los chicos “no andan bien”, no tanto por la falta de habilidades intelectuales, sino por la carencia de motivación, de afecto y de sentido de pertenencia; por lo anterior, me gustaría contarles mi historia, la cual, titulé “experiencias de una joven psicóloga”.
Mi historia comienza hace ya algunos años cuando, estando en la preparatoria, llegué a sentirme algo confusa sobre qué carrera estudiar. Mis padres me habían hablado de la importancia de elegir una carrera porque de ella viviría en el futuro y este comentario, de alguna manera, me asustó porque pensé: “si a esto me voy a dedicar toda mi vida, tiene que gustarme realmente porque sino qué voy a hacer”.Era tanto mi estrés por elegir una carrera que, en su momento, le pedí a mi mamá que me llevara con un orientador vocacional para que me apoyara con esta difícil decisión, pero éste no llenó mis expectativas porque yo creía que él me diría qué carrera debía estudiar y, en lugar de eso, él sólo me hacía preguntas y yo, sinceramente, no sabía qué contestarle.
Meses después me fui a radicar a la Ciudad de México para terminar la preparatoria, lo cual me permitiría tener, por un lado, una visión más amplia sobre qué carrera estudiar y, por otro, la posibilidad de entrar a una de las muchas universidades que por allá hay. Resultó que, estudiando el último año de la preparatoria, tocó la suerte que dentro de la curricula estuviera psicología, materia que desde el puro nombre comenzó a llamar mi atención porque hasta entonces no me había puesto a pensar en ella como una de mis opciones, por lo que procuré poner más atención al maestro con el propósito de tener más en claro de qué se trataba esa disciplina.
Descubrí que, poco a poco, me interesaba cada vez más la psicología, no sólo por lo que decía el maestro, sino también por la forma que tenía éste de conducirse en clases. Me agrado su forma de hablar y la tranquilidad que lo rodeaba cuando interactuaba con las personas. Se veía tan ecuánime y controlado. Parecía como si nada le afectara o pudiera afectarlo. Fue entonces cuando pensé “quiero ser psicóloga” y les aseguro que, desde ese momento hasta la fecha (y lo que resta de mi vida) estoy totalmente segura y satisfecha con mi decisión.
Bonita esta última frase, ¿verdad? Da la impresión de que todo resultó fácil, pero no fue así porque, al tomar mi decisión de estudiar psicología, mis padres me bombardearon con preguntas como: ¿crees qué es una buena carrera para dedicarte a ella toda tu vida?, ¿no te irás a morir de hambre?, ¿en qué puede trabajar un psicólogo?, etc., pero (aunque no lo crean) yo seguí terca y firme con mi decisión porque me sentía satisfecha por haber tomado una decisión tan importante por mí misma, justamente, en un momento crucial de mi vida.
Después de convencer a mis papás de que mi elección vocacional ya estaba hecha, con gran ilusión, empecé a buscar una buena universidad en donde pudiera realizar mi sueño de convertirme en psicóloga. En la Ciudad de México siempre ha habido varias y muy buenas opciones para poder hacer esto, pero por cuestiones de salud me tuve que regresar a Acapulco, lo cual me hizo sentir un poco frustrada, porque lo que yo quería era estudiar en otro lugar; sin embargo, consideré que lo más importante era realizar mi sueño de convertirme en psicóloga y que, ya de vuelta en Acapulco, debía continuar mi búsqueda de la universidad en la que pudiera hacerlo.
Mi búsqueda me llevó, en primer lugar, a la universidad del estado. Esta experiencia, para ser sincera, resultó demasiado frustrante para mí debido a que de pronto me hallé con casi 80 jóvenes metidos en un salón de clases, tratando de aprender algo y con maestros que faltaban mucho. El ímpetu que tenía fue disminuyendo hasta que decidí salirme de esa institución.
¿Dejé mi sueño a consecuencia de ello? ¡No! Simplemente, seguí buscando.
Después de unos meses me enteré que se abría la carrera de psicología en la Universidad Americana de Acapulco y, después de hablar con mis padres acerca de esta noticia, fui con mi mamá a ver a la directora para saber qué teníamos que hacer para que yo pudiera entrar a estudiar. Así fue como, con un gran esfuerzo económico de parte de mis padres y también con mi esfuerzo propio al obtener y mantener una beca para seguir estudiando, pude estudiar psicología. Pronto pude reavivar el ímpetu que hasta hace poco había disminuido e inicié este viaje maravilloso de cuatro años y medio que, como en todo, tuvo sus altas y bajas ya que al inicio de la carrera todo parece ser un poco tedioso porque se revisan aspectos meramente teóricos, pero más adelante te das cuenta de que todas esas materias representan una base para el resto de las herramientas que recibirás durante la carrera. Otra cosa que me motivó y que me dio ese sentido de pertenencia que andaba buscando fue que en esta universidad lo que se busca es la excelencia para el desarrollo y este eslogan lo hice mío ya que me esforcé por buscar esa excelencia para mí desarrollo y lo sigo haciendo.
Casi al término de la carrera tuve la oportunidad de hacer mi servicio social y mis prácticas profesionales en un hospital (cancerología), lo que representó para mí un reto porque se trataba ahora de interactuar con pacientes reales que era, justamente, lo que yo anhelaba pero, al mismo tiempo, temía porque quería que todo saliera perfecto. Después supe que hacer las cosas bien se aprende con la práctica o, como dice el refrán, “la práctica hace al maestro”, entonces aprendí a dar terapia, a hacer entrevistas e historias clínicas. ¡Por fin pude poner en práctica los conocimientos que había adquirido en la carrera! Por supuesto que, tuve que ir haciendo mis adecuaciones, ya que cada persona es distinta y no existe una receta que nos diga cómo hacerlo. Uno tiene que encontrar su propio estilo y esto se consigue con los conocimientos teóricos y prácticos que recibes en el trascurso de los semestres y con el estudio de las distintas materias que te dan un panorama general, siendo obligación de cada uno seguir cultivándose con los libros, pues el psicólogo debe de leer mucho y estar siempre actualizado.
Al terminar mi servicio social y mis prácticas profesionales, seguí con la tesis. Por suerte, en el hospital donde estuve, me solicitaron una investigación como parte de la liberación de mis actividades, oportunidad que pude aprovechar para que esa misma investigación sirviera para la elaboración de mi tesis de licenciatura. Comencé así con este trabajo, pensando: “yo no estudié para casarme y quedarme como una ama de casa llena de hijos”, pero se presentaron algunos accidentes ya que, al finalizar la carrera, me enteré que estaba embarazada y… ¡Ya se podrán imaginar el caos que se dio en ambas familias! Tuve que hacer una pausa para asimilar esta situación y tomar decisiones junto con mi pareja sobre lo que íbamos a hacer. Decidimos tener al bebé y casarnos, acoplándonos a esta nueva situación, para lo cual le dejé muy en claro a mi pareja que, antes de casarme con él, yo ya me había casado con la psicología. Así las cosas, reinicié con mi tesis después de unos meses, tuve que hacer una pausa para tener al bebé, para después volver a mi tesis otra vez porque nada me iba a detener para realizar mi sueño y lo logré: dos años después de salir de la licenciatura me titulé.
Pero esto no termina aquí. Para cuando tuve mi título ya tenía un trabajo en el que podía desempeñarme abiertamente y en lo que quería. Después de la licenciatura, inicié un diplomado y regresé a mi universidad, pero ahora como maestra, lo cual es maravilloso, porque representa la oportunidad de enseñar los conocimientos que he adquirido y reflejar mi pasión por la psicología. Después de terminar mi diplomado inicié otro viaje maravilloso que es mi maestría.
En conclusión, mis queridos lectores, esto es una pasión para mí, algo así como un estado que inunda mi ser y llega hasta mi alma. La psicología, diría, es una forma de encarar la vida.
2 Comentarios:
Ante todo, quiero felicitar a Rocío por su enorme decisión de estudiar la carrera que la tocó desde que se conocieron, diría que fue "amor a primera vista". Esta joven debe ser un ejemplo a seguir para muchos estudiantes que solo van por las aulas en busca de la aventura del día o de cumplir el deseo familiar o, tal vez peor, una simple forma de ganarse la vida en un futuro. Al terminar sus carreras, si acaso la tgerminan, se convierte en simples "chamberos". Personas como Rocío son el auténtico Capital Humano para el futuro de México. Saludos a los amigos de la Americana de Acapulco.
Me parecio una historia reflectiva y de ejemplo, y me da gusto que usted ahora profesora tenga el deseo y el amor necesario a su profesion, que a muchos otros profesores les falta por que tal vez lo que hoy desempeñan , no lo amagan con la intensidad necesaria para formar, no solo profesionistas; sino como usted lo menciono con antelaciòn personas de excelencia, eso es de lo que en esta generaciòn falta.
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