Pecado marginal

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Por Guillermo Exequiel Tibaldo

La molestia comenzó unos días antes de que nos casáramos. No comprendía por qué razón me sentía arrepentido, y todavía peor era la sonrisa, tan dulce y serena, de aquella muchacha con la que había elegido comprometerme para toda la vida, tal vez por toda la eternidad.

Aunque me preguntó en una ocasión si ocurría algo, no podía más que someterme al hechizo de sus ojos, que me capturaban como a un ratón: era la víctima de sus deseos, y no tenía otra alternativa que seguir su camino si es que no quería herir lo que consideraba un palpitante, joven y tierno corazón.

Creía que mi paciencia sería tan fuerte como para llegar al día de boda y luego avanzar como un hombre nuevo tras esos pasos, pero la madrugada del casamiento me desperté sobresaltado por una pesadilla,que sin ser terrible, fue sofocante. Vi junto a mi el rostro sudado bajo sus cabellos morenos, con un cierto aspecto desagradable en sus facciones, avinagrada. La idea que consideraba resignada, aparecía otra vez por mi mente como el rayo en la tormenta.

Si me deshacía de ella en el momento en que no me encontraba prisionero de su esencia, lograría escapar de la tortura de ser su esclavo, de seguir las órdenes como un condenado.

Pero no tenía el valor de cortar su piel, ni de saciar mi locura; salí de la cama por temor a lastimarla con mi fea violencia, cuando ella se levantó bruscamente con una daga, y me apuñaló sin piedad, amor, ni consuelo.

Me di vuelta lentamente, notando que sus ojos eran turbios como los ríos y feroces como los de un león en la tenue oscuridad. Mientras me derrumbaba, sentí más dolor por aquella traición que por el metal atravesando mi carne.

Evitar la traición, me condenó a ser parte de la misma crueldad que yo tanto había deseado.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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