Por Guillermo Exequiel Tibaldo
Imaginé la vida por primera vez detrás de un cristal creyendo que la conexión entre las cosas debía estar hecha por alguna razón, y afirmando que las desgracias que escuchaba, no podrían existir.
Pero la suerte quiso que mi mundo se convirtiera en una vida resignada. Una hurto hacia mi persona, puso a un lado mis defensas y me dejé caer. Se aprovecharon de mi cuerpo, y tomaron mi figura como el florero de una mesa.
Aquellas personas destruyeron la gracia de mi optimismo, que con tanto dinero y avaricias, se apropiaban como si fueran esenciales. Incluso los niños, cuya infancia debía haberme provocado amor para tolerarlos, no hicieron más que enturbiar mi mente al saber que algún día serían como ellos. Aquello que me tocaba ver, no era lo que yo quería imaginar.
Mi cuerpo rígido solo encontró la paz en las noches, cuando uniendo las estrellas pude tejer un mundo que no podría fallar. Aún disfrazado con esas prendas y convertido en un deseo popular, entendí que nunca nadie imaginaría la vida como lo hace un maniquí.
4 Comentarios:
Profunda tu entrada Guillermo. Me gustó mucho leerte. Un abrazo.
Gracias María, me alegra mucho que te haya gustado.
Te mando un abrazo enorme
Guillermo.
Muy buen cuento... excelente como llevas al lector...
Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerlo, me alegra que te haya gustado.
Un abrazo grande
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