Ceremonia de egreso 2012 UAA

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Por Fernando Reyes Baños


Siempre resultará gratificante ser elegido para decir algunas palabras durante una ceremonia de egreso en la que, entre las generaciones salientes, le correspondió el turno de pasar por sus diplomas a quienes vio uno crecer a lo largo de cada uno de los semestres que duró su carrera (psicología); por lo anterior, me pareció interesante compartir aquí, estimado lector(a), el breve discurso que pronuncié el pasado viernes frente a una audiencia integrada por los egresados, pero también por por sus familias, docentes y amigos. Participar en eventos así, repito, resulta gratificante, porque más allá del reconocimiento que implica: aplausos, felicitaciones y comentarios positivos, conlleva la posibilidad de trasmitir un mensaje y el impacto, más o menos intenso, que uno pueda aportar a la audiencia.

A continuación, el discurso en cuestión:

Buenas tardes. Agradezco a los honorables miembros del presídium, al Sr. Rector, Directores y padrinos de graduación, por la valiosa oportunidad de ser el portavoz de los maestros en esta importante ceremonia del mensaje a los egresados de licenciatura y maestría.

Debo confesar que, cuando me solicitaron decir algunas palabras en esta ceremonia, me quedé frío, porque pensé: ¿qué palabras podrían enarbolar un evento que por sí mismo debería evidenciar el logro que cada uno de los egresados ha alcanzado a lo largo de los años gracias a su esfuerzo, tiempo y dinero invertidos?

Porque, veámoslo desde el ángulo que sea, que ustedes estén aquí ahora es una prueba fehaciente de un logro meritorio, digno de celebrarse y reconocerse. Tan es así que todos o la mayoría de ustedes está pensando en este momento en la “otra celebración”, esa que seguramente, se caracterizará por la alegría y el júbilo que son propios de la juventud. ¿Y saben qué? Celebrar este momento, con solemnidad o de manera más informal, me parece lo más pertinente que podría hacerse.

Así que jóvenes, por favor, celebren, vitoreen, griten su triunfo a los cuatro vientos, que todos se enteren de su logro, porque se lo han ganado, pero (y perdón si de pronto parezco un aguafiestas)… exactamente, ¿qué es lo que estamos celebrando? Porque si estamos coincidiendo aquí y ahora para celebrar “la terminación” de sus estudios, jóvenes egresados, siento decírselos: la verdad es que apenas están por terminar la base de lo que podría ser un gran edificio. ¿Cuán alto, sólido o majestuoso podría ser éste? Eso depende de muchas variables, pero entre ellas la más importante, como podrán fácilmente deducirlo, es cada uno de ustedes.

Asumámoslo: APRENDEMOS PARA TODA LA VIDA. Si piensan que leer libros, hacer consultas y estudiar ha quedado en el pasado a partir de ahora, olvídenlo, porque… ¡Imagínense! Todavía tienen que titularse, obtener su cédula profesional, conseguir trabajo o autoemplearse, volverse autosuficientes, tener experiencia, ganarse un prestigio y un largo etcétera que podría admitir un sinfín de posibilidades.

Pero, ¿cuál es la buena noticia? Por si no se han dado cuenta son los más afortunados entre los suertudos, porque poseen un tesoro por demás envidiable: juventud, ¿cómo le llaman algunos?: “divino tesoro”. Cada uno de ustedes representa un punto de intersección entre múltiples posibilidades. De los pasos que den justo cuando salgan de este auditorio, de los espacios en los que decidan estar mañana, de las decisiones que tomen la próxima semana, de las personas con las que traten durante su primer puesto de trabajo, lo que se les ocurra, dependerá dónde se encuentren en los años venideros, justo como ahora están aquí debido a todas las decisiones que tomaron antes de que disidieran acompañarnos en esta ceremonia. Somos responsables por más de lo que a veces siquiera imaginamos.

Por eso mismo, el momento que están viviendo ahora tiene una doble cara: por un lado, es el momento propicio para que hagantodo lo que quieran hacer (“el cielo es el límite”, dicen), suyos pueden ser los sueños, los proyectos y las metas que deseen alcanzar, suyas pueden ser las ganas de luchar, de esforzarse, de caer y volverse a levantar con tal de ser felices, pero recuerden… por otro lado, siempre existirán fuerzas que intentarán boicotear sus bríos: la apatía, la desidia, la indiferencia, creer que la vida les debe algo, pensar que basta con esperar para que las cosas se les den, conformarse con lo que los demás digan que deben ser y hacer, y otro largo etcétera que, afortunadamente, no es interminable.

Sor Juana Inés de la Cruz demostró en su tiempo, que toda verdadera educación culmina en la autoeducación. Lo que su legado no significa es que corran y busquen hacerse de un saber enciclopédico, sino que se den cuenta del valor que les es inmanente como personas, es decir, que descubran en ustedes al mejor maestro, una guía personal que les permita desarrollar con respeto, humanismo, autonomía, dignidad y libertad, una relación positiva con sus semejantes, con el mundo y consigo mismos.

¡Ay caramba!, dijera ese travieso personaje amarillo de las caricaturas, quizá debamos reconocer que lograr esto no sea cosa fácil. Sería indispensable aprender, por ejemplo, a pensar sobre lo que pensamos, volvernos más reflexivos, para hacernos conscientes de la realidad de quienes nos rodean (incluyendo la nuestra, desde luego), y constatar lo que, desde nuestro fuero interno, ya sabíamos: que somos personas de carne y hueso, que nos comportamos de acuerdo con nuestras historias de vida, así como también en relación con nuestras creencias y los recursos que tenemos en cierto momento.

Dicen que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. Permítanme ahora aportar una piedra a esa vereda, un consejo, vaya (recuerden: con la mejor de las intenciones), y decidan ustedes mismos a dónde podría éste conducirlos si deciden tomarlo: aprendan a leer la realidad, pero no la que nos muestran los que tienen el poder o los que tienen la ventaja de manipular la información, sino la que estamos viendo y viviendo como sociedad: la incompetencia, la injusticia social, la corrupción y su impunidad, entre otras, y conviértanse, desde el ámbito en el que se desarrollen, en agentes de cambio que afecten, de algún modo, su entorno. En este punto, espero, hayan caído en la cuenta de que mi consejo es también objeto de lo mismo que estoy aconsejándoles hacer. La decisión de considerarlo útil es, como recordarán, suya, lo que podría valer también para muchas de las decisiones que llegarán a tomar en un futuro mediato e inmediato.

Imposible terminar mi intervención sin hacerles notar algo de primer orden: mira, por favor, hacía acá, hacia allá y más allá… ¿recuerdan que mencioné al principio que aplaudieran SU logro? ¡¿Pues qué creen?! Justo es reconocer que su triunfo no les pertenece solamente a ustedes, porque en él han colaborado muchas otras personas que, a lo largo de estos años, los han acompañado, en las buenas y en las malas, para que hoy puedan decir con orgullo que han terminado su carrera: sus profesores, directores, compañeros de clase, amigos y, sobre todo, sus padres (o tutores), quienes les han apoyado, incondicionalmente, para que hoy estén aquí, con su frente en alto y diciéndole al mundo: “mundo, prepárate, porque ahí te voy”.

A ellos, todo nuestro reconocimiento, porque son los héroes que tras bambalinas encumbraron a los hombres y mujeres que hoy, sentados aquí al frente, representan toda nuestra esperanza en un mundo mejor.

Finalmente, terminaré esta reflexión sobre lo que significa un momento como éste, con algunas palabras de Mario Benedetti que, ciertamente, reflejan mucho mejor el mensaje que quise compartir con todos ustedes:

“Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.”

Muchas gracias



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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