Época de estudiantes

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Por la L.A.E. Griselda G. Montoya y el Psic. Fernando Reyes Baños


La mayoría de nosotros vivimos tan de prisa ahora que muchas veces olvidamos todo lo que podría dibujar en nuestro rostro una sonrisa. Cosas del pasado, cosas del presente, cosas que ocurrirán o podrían ocurrir en el futuro. Las dejamos pasar de largo porque les dejamos de dar tanta importancia, o peor aún, porque ya ni siquiera nos tomamos la molestia de voltear a mirarlas.

Podríamos ejemplificar algunas cosas que podrían cambiar positivamente nuestro estado de ánimo, pero nos complacería más poder hablar ahora de sólo una de ellas: nuestra época de estudiantes universitarios. Esta etapa puede tener significados distintos para las personas que tuvimos esa experiencia. Para unos representa uno de los momentos más felices de sus vidas, para otros, constituye el recuerdo de una experiencia agridulce que es mejor olvidar, y para algunos más, simboliza una etapa de retos y superación personal. Cualquiera que sea el significado que atribuyamos como ex-universitarios a esa época, una cosa es segura: se trata de un momento en la vida que jamás volverá a repetirse.

Tú que estás estudiando ahora la universidad, ¿cómo te gustaría recordar dentro de diez, veinte o treinta años esta época? ¿Qué clase de anécdotas te gustaría contar durante tu vejez acerca de tu tránsito por la universidad, el cual justo ahora, representa todavía tu presente? Eso, por supuesto, dependerá de cómo estés aprovechando actualmente todo lo que implica esta época. Quizá digas: “¿Veinte o treinta años? ¿Vejez? ¡Que va! Es muy temprano para preocuparme por esas cosas”. Sólo recuerda que “los años saben cosas que los días ignoran”, y así como las grandes obras arquitectónicas se componen de pequeños objetos para mantenerse en pie, así nuestro presente es producto de cada acción u omisión que cometimos en el pasado y nuestro futuro será el resultado de cada acción u omisión que cometamos ahora. Cuando somos jóvenes puede parecernos que el tiempo pasa muy lentamente, pero estemos conscientes de ello o no, éste pasa inexorablemente, y cuando menos lo esperemos, ya nuestras preocupaciones no serán cumplir con la tarea para el siguiente día o asistir a clases sino cubrir jornadas laborales y demostrar de lo que somos capaces. Por supuesto que, sobre lo que te estamos diciendo, no esperamos la inmediata aceptación de tu parte, y en lugar de insistirte sobre la veracidad de lo que te estamos diciendo, preferimos hacerte la siguiente pregunta: ¿Te arriesgarías a lanzarte desde un trampolín a diez metros de altura con los ojos vendados con la duda de que la alberca que te espera abajo esté realmente llena de agua? Una situación análoga está de por medio en esto que te estamos diciendo.

Aprovechar al máximo la época en que estudiamos ¿tiene que ver solamente con el estudio? A pregunta semejante sólo se me ocurre contestar con una frase que le escuche decir una vez a una amiga en la universidad: “Si y no”. Veamos primero por qué si.

Es cierto que sólo una vez se es joven, pero también es cierto que sólo una vez se es joven y estudiante a la vez. Es posible que más adelante pases por otros procesos académicos, los cuales probablemente, responderán a razones muy diferentes a las que tuviste para ingresar a la universidad, y aún cuando llegaras a estudiar una segunda licenciatura, seguramente tu situación no será la misma que tuviste cuando ingresaste por primera vez a un salón universitario y tú mismo, indudablemente, tampoco serás igual. Estarás, por así decirlo, viviendo una etapa diferente. Pero date cuenta de que todo lo que pueda incluir ésta, o cualquier otra etapa subsiguiente, dependerá de cómo aprovechaste el primero de esos procesos académicos.

Es perfectamente comprensible que las clases no sean siempre de tu agrado y que a veces llegues a considerarlas aburridas o tediosas. Siempre habrán materias más difíciles, más áridas o más teóricas que otras, y por supuesto que habrán momentos en los que, por diversas razones, te sentirás con menor disposición que otros para estar atento a la clase y exponer tus dudas o aportar las respuestas que el profesor espera a sus preguntas. Es perfectamente comprensible. Lo que sí sería extraño es que tu apatía se extendiera a la mayoría de tus materias y que tu poca disposición se hallara presente durante casi toda tu carrera. La pregunta más evidente que deberías hacerte si te hallaras en una situación similar es: ¿Quién eligió la carrera? O más específicamente: ¿En qué condiciones elegiste la carrera que estudiarías en la universidad? Cualquiera supondría que tú fuiste quien eligió qué estudiar, pero… ¿Fue satisfactoria para ti esa elección? ¿Tienes certidumbre de que tu elección la hiciste basándote en lo que más te interesaba, en lo que resultaba más acorde con tus capacidades, en lo que resultaba más conveniente para tu futuro, etc.?

Si aceptas ser el único autor de esa elección y que además supiste elegir correctamente, entonces, quizá sería válido decir que tú no elegiste a todos y cada uno de tus profesores, pero esta afirmación, en el mejor de los casos, tampoco sería completamente cierta. ¿Por qué? Porque evaluar, al menos de manera general, qué tipo de docentes tiene la universidad en la que vas a estudiar también representa un aspecto importante de tu elección. Una vez que sabes qué carrera estudiar, lo que debes resolver a continuación es dónde estudiar esa carrera. Te resultará evidente que, perderse en la búsqueda de este qué y este dónde puede ser increíblemente fácil, y que si no piensas bien las cosas, podrías equivocarte de manera grave no una sino hasta dos veces.

Pero ubiquémonos en tu situación actual y supongamos que tu qué y tu dónde dejaron de ser, hace tiempo ya, tu dilema y tu prioridad. Ahora que eres universitario, ¿Cómo estás viviendo esta etapa de tu vida? ¿Aprovechas al máximo la ocasión irrepetible de ser joven y estudiante al mismo tiempo? ¿Aprovechas al máximo a tus profesores? ¿Procuras ir más allá de lo que te imparten para analizar más profundamente los temas que revisan en clase? ¿Procuras preguntarles, si ellos omiten comentarios al respecto, cómo se relacionan esos temas con el ejercicio profesional de la disciplina fuera del aula, con la solución de problemas reales, o inclusive, con la situación más ordinaria que pudiera describirse teniendo como marco inmediato la cotidianidad?

Si entre tus materias hay algunas que consideres aburridas, tediosas y hasta desagradables porque te parezcan más difíciles, áridas o teóricas que las demás, ¿Qué haces para superar estas adversidades? ¿Has intentado hablar con tus profesores acerca de ello? ¿Les has propuesto alguna vez cambiar sus métodos de enseñanza? ¿Les has sugerido cambiar sus técnicas en el aula con la intención de despertar en ti el interés que pueda llevarte a saber más? ¿Les has sugerido, o mejor aún les has propuesto, aplicar alguna técnica grupal para dinamizar las clases?

Si no has tenido necesidad hasta ahora de buscar la respuesta de tales dilemas, si tu tránsito por la universidad se ha mantenido a salvo de situaciones semejantes, ¿Significa acaso que estás aprovechando al máximo el aspecto académico de la época que estás viviendo? Decía Confucio: “El hombre de bien exige todo de sí mismo; el hombre mediocre exige todo de los demás”. ¿Consideras que estás explotando al máximo todas tus potencialidades, todo lo que puedes dar de ti mismo?

Hace algunos años fui testigo de una situación, poco llamativa para el común de los mortales, pero tremendamente ilustrativa: El estudiante de una institución educativa, que ofertaba cursos de preparatoria en sistema abierto, acudió a sus instalaciones a consultar sus calificaciones en una lista. Se trataba de un estudiante, francamente, desobligado con relación al cumplimiento de sus deberes escolares: no hacía tareas, faltaba a sus asesorías, y cuando acudía con sus asesores, la mayor parte del tiempo se mostraba apático a todo lo que tuviera que ver con lo académico. Cualquiera podría anticipar, a juzgar por su bajo desempeño, qué clase de resultados encontraría dicho estudiante en esa lista. ¡Cualquiera menos él mismo! Cuando el estudiante se percató de que, efectivamente, la mayor parte de sus calificaciones eran reprobatorias no podía creerlo. Exclamó boquiabierto: “¿Qué? ¡No puede ser!”.

¿Cuál es la moraleja de esta anécdota que acabamos de compartirte? Sin rodeos: Cada vez que exijas a alguien ser mejor, cada vez que exijas que tus profesores, que tus padres, que el mundo sean mejores, pregúntate primero si tú mismo te has exigido ya serlo y si, tal y como lo esperas de ellos, has dado de ti todo lo que llevas dentro. ¿No has obtenido hasta el momento los resultados que esperabas en tus materias? Probablemente, algún aspecto de lo que haces para prepararte podría mejorar para ser, en lo sucesivo, más efectivo. John Grinder y Richard Bandler, los iniciadores de la Programación Neurolingüística, afirman: Si algo no te funciona, cámbialo. Si estudiar para tus exámenes un día o, peor aún, una noche antes no te ha funcionado, busca hacer las cosas de otra manera. Si distribuir tus actividades diarias, semanales y semestrales como lo has hecho hasta ahora no te ha funcionado, organízate de un modo diferente. ¿Cuándo es el mejor momento de cambiar? Ahora. ¿Dónde es el mejor lugar para exigirnos ser mejores? Aquí. ¿Ambas cosas valen solamente por mientras somos estudiantes en la universidad? Por supuesto que no. Estudiar una carrera universitaria representa una forma de vivir nuestra juventud, que quizá podríamos concebir como una etapa entre otras más, pero que definitivamente tendríamos que resaltar porque, como implícitamente lo expresamos antes, es una base, un punto de partida vital.

Aprovechar al máximo nuestra época de estudio y juventud ¿tiene que ver solamente con el aspecto académico? Anteriormente habíamos contestado a esta pregunta con un paradójico: “Si y no”. El por que sí, acabamos de describirlo; el por qué no, de tan evidente parecería innecesario describirlo también ahora, pero su importancia y equilibrio con todo lo que dijimos antes nos obliga, inevitablemente, a hablar de ello.

“¡Sólo una vez se es joven!” ¿Quién no ha escuchado al menos una vez en su vida está frase? Dependiendo de quién la use esta frase adquiere diferentes connotaciones. Si la dice un joven, generalmente está diciendo algo como: “Deja la depresión, cierra ya ese libro, hagamos una fiesta, vayámonos a bailar, que sólo una vez se es joven”. Si la dice un adulto, regularmente se refiere a cosas por el estilo de: “Estás en tu momento para aprovechar la oportunidad, no pierdas más el tiempo, si yo hubiera actuado a tiempo cuando tuve tu edad, otra cosa sería ahora, acuérdate que sólo una vez se es joven”. El cómo reaccionemos a tales expresiones tiene que ver mucho, desde luego, con el hecho de que nosotros mismos seamos jóvenes o adultos. Si todo el tiempo tuviéramos el cuerpo de un joven y la sabiduría de un adulto maduro encrucijada semejante sería inexistente, pero lo cierto es que la juventud y la sabiduría muchas veces parecen disputarse la atención de nuestras acciones, sentimientos y pensamientos porque lo que una demanda, la otra lo eclipsa y viceversa. Al anciano que exprese, al amparo de la inevitable sabiduría que dan los años, la profecía de: “Como te ves me vi y como me ves te verás”, más veces por rebeldía ciega que por ser fruto de una mínima reflexión, hallará como correlato las palabras insidiosas de: “Si, pero como me veo jamás volverás a verte”.

Ser joven y ser estudiante universitario es una decisión personal. Puedes ser joven y ser muchas otras cosas a la par. Pero si eres joven y estudias en una universidad es porque ese fue el camino que tú decidiste andar. Que vivas a plenitud tu juventud y que te prepares, día con día, para convertirte en un profesionista brillante no son aspectos que deban disputarse todo el tiempo tu completa atención. Buscar y encontrar el equilibrio entre ambos aspectos es la clave para lograr sacar provecho de ambos al mismo tiempo. Eso es lo que significa aprovechar al máximo esa época. Aprender a vivir con armonía tales aspectos, lejos de hacerte viejo o convertirte en un aguafiestas, te hará ganar sabiduría aún cuando todavía seas un jovenzuelo.

Así como la vida adulta no es trabajo, obligaciones y deberes solamente, nadie podría esperar con seriedad que tu vida como universitario fuera, a tu edad, estudio únicamente; de la misma forma que no podríamos concebirla nada más como diversión, descanso o cualquier otra cosa en términos absolutos. ¿Será que vivir conscientemente significa ubicarse en el punto intermedio más adecuado entre lo negro y lo blanco? Permitiéndonos ampliar esta metáfora diríamos que, si consideráramos responder afirmativamente a esta interrogante, tendríamos que replantear nuestra concepción del gris y pensar que, de algún modo, éste implica abarcar en nuestras vidas toda la gama de colores que realmente contiene para asignar a cada uno el lugar que más le convenga.

¿Por qué crees que para muchas personas recordar esta época hace que en sus rostros se dibuje una sonrisa? ¿Por qué crees que para esas personas resultaría imposible pasar de largo esos años a la hora de evocar sus recuerdos más preciados? Por la sencilla razón de que tal experiencia significó para ellas una infinidad de cosas distintas. No sólo fueron los retos que tuvieron que superar frente a sus libros y apuntes de clase o ante sus profesores y compañeros de grupo; fueron las relaciones de amistad que tuvieron la oportunidad de hacer; las visitas a las casas de sus compañeros para preparar un trabajo escolar; las excursiones grupales que pudieron hacer para conocer, por primera vez, las instituciones relacionadas con su disciplina; las relaciones de noviazgo que, prosperaran más allá de la universidad o no, fueron vividas con intensidad y con la expectativa de “un siempre jamás”; las fiestas que podían organizarse cada vez que había oportunidad; las tardes solitarias que podían soñar despiertos mientras caminaban, despreocupadamente, por las calles de su ciudad; las pláticas sin fin que espontáneamente podían surgir con la intención de encontrar las soluciones a todos los problemas de la humanidad; el ambiente de fiesta o de funeral que podía reinar en el aula o en los pasillos entre una clase y otra; la ansiedad, el nerviosismo, la resignación que podía vivirse en colectividad cuando la hora de presentar el examen más difícil se aproximaba; las peleas, las amistades entrañables, la unión de grupo ante las adversidades y tantas otras cosas más.

¿Cuándo es el mejor momento para darte cuenta de la feliz coincidencia que estás viviendo? ¿Dónde decidirás aprovechar al máximo la suerte inmensa que te acompaña, metro a metro, por el camino que andas? Darte cuenta de la infinidad de posibilidades que puedes transformar, a voluntad, en realidades más o menos probables y propicias para tu futuro es, quizá, uno de los aprendizajes más llenos de riqueza que puedas aprehender en esta o cualquier otra etapa de tu vida. Ante ti hay un camino sin construir, al punto que, ni siquiera bajo tus pies hay superficie alguna para tu sostén. Creas en el destino, la causalidad o la más absoluta aleatoriedad, de ti depende qué posibilidades harás realidad. De lo que hagas, sientas y pienses aquí y ahora dependerá el tipo de experiencias con que construyas la superficie sobre la cual te pondrás de pie en el presente y el camino que te servirá para pasar de un lado a otro en el futuro. ¿Qué necesitas para darte cuenta de lo afortunado que eres?

Para muchas personas recordar la época en que fueron estudiantes en la universidad implica interrumpir, aunque sea por un instante nada más, su apresurada cotidianidad porque consideran, quizá, que atender a esa parte de su pasado amerita dejarse llevar por uno de los momentos más felices de sus vidas. Un estudiante escéptico, analizando críticamente a quienes recuerdan así esta experiencia, podría preguntar taimadamente: ¿Y no será que tales personas obnubilan su vista del presente que los circunscribe porque se sienten insatisfechas por lo que pudieron hacer y no hicieron? Ésta podría ser, lógicamente, una posibilidad concebible, pero también cabría pensar en una segunda posibilidad que fuera completamente opuesta a la primera, es decir, la de quienes recuerdan estos momentos con felicidad, precisamente, porque decidieron vivir todas sus experiencias a plenitud y también satisfactoriamente. ¿Es posible y probable que muchos de los profesionistas de ahora aceptaran, tarde o temprano, que fueron ellos los únicos autores de las elecciones que hicieron? Si. ¿Es posible y probable que tales profesionistas confirmaran, día con día y año tras año, que sus decisiones en torno a su qué y a su dónde fueron, efectivamente, las correctas? ¡Si! ¿Es posible y probable que esos profesionistas hayan aprovechado al máximo sus estudios y su juventud cuando fueron estudiantes en la universidad? ¡SI! ¿Qué nos respondería el estudiante escéptico si le preguntáramos qué posibilidad desea hacer realidad para su presente como universitario y para su futuro como profesionista? ¿Qué nos responderías tú?

Cosas del pasado, cosas del presente, cosas que ocurrirán o podrían ocurrir en el futuro, siempre dependerá de ti cómo quieras recordar las cosas que ya no puedes cambiar ahora, como quieras vivir las cosas que te suceden en el aquí y ahora y como quieras visualizar las cosas que, inexorablemente, vendrán. ¿Cómo quieres vivir tus años en la universidad? ¿Cómo quieres recordarlos dentro de diez, veinte o treinta años? ¿Cómo una experiencia agridulce que es mejor olvidar o como uno de los momentos más felices de tu vida?

Sólo una vez se es joven, y sólo una vez serás joven y estudiante universitario a la vez. Cómo vivirás y recordarás al cabo de los años esta experiencia es un asunto tan personal como las decisiones que te han llevado al lugar donde estás ahora. Sólo una cosa es segura: Te resultará imposible no sentir nostalgia, siquiera una vez, al volver la vista atrás y observar lo que en el pasado dejas. Quizá ahora no lo creas, pero recuerda: “los años saben cosas que los días ignoran”. ¿Nostalgia? ¡Quién la desea! ¿Podría resultar que ésta fuera más llevadera, si buscáramos como su eterna compañera, la alegría de vivir a plenitud cada una de nuestras experiencias? Esa es, por supuesto, una posibilidad, pero de ti dependerá siempre que pueda hacerse realidad, ¡Tú realidad! Haz que suceda.


15 de mayo de 2007

1 Comentario:

Anónimo dijo...

L.A.E. Griselda G. Montoya y el Psic. Fernando Reyes Baños, en este artículo hacen referencia a la vida de estudiante que una vez culminada se deja en el olvido sin retomar si quiera los mejores momentos vividos en ella.
los estudiantes solemos hacer cada una de las actividades escolares solo por cumplir y salir del compromiso para con los maestros, sin pensar siquiera que eso nos servira en un futuro, sin disfrutar el momento en el que lo estamos realizando, olvidandonos que nosotros escogimos esa carrera y que tenemos que disfrutar cada unas de sus actividades, pareciera que nos forzaron a escoger una carrera, que siempre nos vemos obligados a cumplir con las labores. creo que falta crear conciencia en los estudiantes sobre que es lo que realmente quieren para su futuro, ya que esto les servirá para una mejor labor en sus años universitarios,y mas aún para su vida plena como profesionistas, sin verse como los tipicos profesionistas frustrados que son incompetentes en su trabajo todo por estudiar y por tanto ejercer una carrera escogida por sus padres o por los de su alrededor, que es lo que suele suceder en los jovenes desorientados.
como ultimo punto, disfrutemos cada unas de nuestras etapas que tiene la vida, aprender de cada momento y porque no, enseñar lo que a nosotros nos ha forjado como proffesionistas y como seres humanos.
atte. Madelín



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